Silveira quería que Aira siguiese y su adiós dejó en un cierto desconcierto al Racing, que evita ahora decisiones apresuradas para volver a ilusionar a su gente
07 jun 2014 . Actualizado a las 12:14 h.Tal era el convencimiento de que José Manuel Aira aceptaría la continuidad en Ferrol, que el Racing carecía de un plan B. El presidente del club, Isidro Silveira, confiaba en la renovación de un entrenador sobrio, respaldado por los resultados, respetado por la afición y que evitaba airear sus incomodidades. A nivel personal, había tenido más complicidad con otros técnicos, pero en la parte profesional siempre elogiaba al técnico berciano, tanto en público como en privado. Lo último que quería era una crisis en el banquillo. Sin embargo, las demandas del entrenador, que esperaba ampliar sus responsabilidades, terminaron rompiendo la negociación.
La marcha de Aira ha propiciado en las redes sociales -nuevo indicativo del sentir de la afición más joven- un amplio (y comprensible) desencanto. Y también surgieron teorías conspirativas. Pero en realidad Silveira no desencadenó la crisis, no recortó ni un ápice las atribuciones del entrenador, y estaba dispuesto a facilitar algunos de los cambios que solicitaba. No todos. Hasta ahora, niguna de las partes quiso ofrecer los detalles con precisión, un aspecto que alimenta conjeturas de todo tipo en las redes sociales.
Su adiós produjo un cierto desconcierto. Solo unos días después de los momentos de ilusión generados en el play off ante el Nàstic, después de que se reclamase apoyo a la afición, el club ha dejado de enviar mensajes a su masa social.
Las especulaciones desde distintos ángulos apuntan a que Silveira ansiaba un mayor protagonismo en la parte deportiva, cuando no pretendía asumir más responsabilidades de las que ejerció en los últimos años. En la época reciente de éxitos, fueron Aira y el director deportivo del club, Juáncar Fernández Lago, quienes se ocuparon de los fichajes, en los que casi se limitó a dar un visto bueno final en la práctica totalidad de los casos. La excepción fue la fallida llegada de Morant en enero. Y así iba a seguir sucediendo.
La marcha de Aira no debería trastocar la planificación de los fichajes, que recaerá en el director deportivo y el futuro entrenador, aunque Silveira adelantó el interés por Barreiro -como ya había dicho Juáncar-, Pumar, Antonio y Pérez. Por eso cuando se liquidó a los futbolistas no se trataron renovaciones y bajas. Para esperar a oír al nuevo técnico.
El mismo perfil del berciano
La vacante en el banquillo reprodujo la reacción del club ante un cambio de entrenador en los 15 últimos años, con las excepciones de José Luis Vara y Luisito. Silveira prefirió buscar un recambio en el club o la comarca. Así llegó Aira hace dos años y medio, desde el propio vestuario. Y así quería que se produjese el relevo, con un técnico que conociese el entorno. Por eso, aunque no traían un soplo de aire fresco, el presidente sondeó a sus colaboradores sobre la conveniencia de fichar a uno de los tres candidatos iniciales: Juan Veiga, Manolo García y Míchel Alonso. Su relación con el mugardés, pese a que prescindió de sus servicios en tres ocasiones, es óptima, pero entiende que un amplio sector de la afición prefiere un rostro nuevo con el que abrir otra etapa. En el caso de los otros dos técnicos, aunque no los tiene en la misma consideración que a Veiga, aprecia sus resultados recientes, pero mantiene dudas sobre su idoneidad para asumir el cargo en estos momentos.
Un abanico más amplio
Las dudas de Silveira propician que la nómina de candidatos al banquillo empiece a abrirse más allá de los tres iniciales, aunque la parálisis en el tema de fichajes podría propiciar un vuelco y que en cualquier momento se tomase una decisión definitiva.
El presidente respalda el funcionamiento de los dos últimos años, y de hecho Juáncar Fernández sigue como director deportivo