Ni los cambios ni la intensidad le llegaron a una España triste frente al orden de Sampaoli
19 jun 2014 . Actualizado a las 15:07 h.España tenía una cuenta pendiente consigo misma. Aquella que se desdibujó ante Holanda no era la campeona del mundo, parecía su sombra. Ayer, cinco días después de aquella debacle, los futbolistas de Del Bosque necesitaban lavar su imagen, demostrar que no se les había olvidado jugar al balón, su universo lo habían dominado con puño de hierro durante los últimos seis años, desde aquella legendaria final en Viena. Pero los días de gloria han pasado y, aunque con ganas, multiplicando esfuerzos, a España se le secó el arte de repente. Pasó de ser todo a no ser nada. Se despidió del Mundial como solo se desploman los mitos: de los pies a la cabeza.
Los cambios
Un problema de conjunto
El seleccionador nacional, fiel a su manera templada de gestionar vestuarios, apenas introdujo variaciones en el once titular. Pique y Xavi dejaron paso a Javi Martínez y Pedro. Caras nuevas para refrescar la defensa y la medular. Dos piezas para entregar al equipo el empuje que se difuminó en su estreno en Salvador de Bahía. El arranque de Chile, lo previsto. Asfixiante. Trabado. Físico. Con marcaje individual sobre los dos medios centros de España. La idea de Sampaoli era desconectar el toque eterno del que solía presumir este equipo.
El plan del técnico argentino funcionó porque España hace tiempo que dimitió de su propia personalidad. Tal vez, sin que nadie lo quisiese ver el adiós se produjo en ese mismo estadio, en Maracaná, durante el meneo que le infringió brasil en la Copa Confederaciones. El tanto de Vargas desnudó la renuncia que habían conseguido disfrazar a lo largo de un cuarto de hora. A partir de entonces, un mar de dudas. No era una asunto de nombres, era un problema de identidad.
Casillas
De héroe a villano
En un deporte con una exposición mediática tan superlativa como la que tiene el fútbol, la distancia que va desde que un jugador se convierte en un héroe hasta que se transforma en un villano es extremadamente corta. A Casillas ayer el fútbol le deparó uno de los epílogos más crueles que un portero con su trayectoria puede tener. Después de fallar contra Holanda, no estuvo fino en ninguno de los goles de Chile. La defensa sintió que antes tenerlo a su espalda era una bendición, ahora síntoma de inseguridad. Falló en Lisboa cuando el Madrid peleaba por la décima. Su ángel se desvaneció por completo cuando España confiaba en prolongar su sueño. La estocada al capitán trastocó hasta al banquillo, que no supo agitar a unos hombres cuya trayectoria está plagada de honor.
Aroma de fin de ciclo
Sin fuelle para continuar
Lo más amargo del encuentro es que libera el aroma de fin de ciclo, de despedida de una generación maravillosa, la que se coronó en el Mundial sub-20 de 1999, con Casillas y Xavi como estandartes. Esa que Luis Aragonés convenció para que se despojase de los complejos que habían dejado a España siempre en la orilla de los cuartos de final. La que Torres consagró con una definición antológica bajo el cielo de Viena y la que le dio a un país lo que nunca jamás había imaginado: la Copa del Mundo. En Sudáfrica, Iniesta le abrió las puertas de la historia. Dos años más tarde, en Ucrania, Xavi la iluminó en la mayor exhibición que una final de Eurocopa ha presenciado nunca. Esa generación murió ayer con todo el sudor, pero ni con eso le llegó para superar a Chile. Ahora ya soplan vientos de cambio.