Portugal se agarra a sus escasísimas posibilidades de clasificación para octavos de final. Pero, como hizo España en sus dos primeros partidos, hasta ahora ha transmitido poquísimo en un Mundial que encumbra a algunas selecciones emergentes y a jugadores menos mediáticos, que matan para igualar las fuerzas. Insípida, con un juego a ramalazos, demasiado pendiente de las individualidades, así compitió hasta ahora la selección de Paulo Bento. Abundan los errores conceptuales, como en el partido ante Estados Unidos, en el que el rival corría hacia adelante y ya se encontraba con un desordenen la transición. El partido de Manaos me recordó al España-Holanda, con los imperdonables goles de Robben.
En realidad, si trasladásemos algún partido de Portugal, o del Mundial en general, a una liga, hablaríamos de un auténtico desastre por errores conceptuales. Algunos partidos me recuerdan a las pretemporadas, cuando se reúnen diez o doce jugadores con bagajes, conceptos e ideas diferentes para unirlos a un equipo ya hecho. Se habla de selecciones, pero el éxito tiene nombre y apellidos. Argentina sin Messi ya estaría eliminada, y hablamos de un potencial campeón. Y a Portugal le faltó hasta ahora en el Mundial la mejor versión del Cristiano Ronaldo, con una influencia sobre el resto de compañeros aún más determinante que en el Real Madrid.