El exentrenador del Celta y el Dépor relata sus primeros meses en la liga japonesa
10 abr 2017 . Actualizado a las 15:05 h.«Estoy muy ilusionado. Se trabaja muy bien y Japón es un buen sitio para trabajar y vivir». Lotina rezuma alegría desde el otro extremo del planeta y no es para menos. El Tokio Verdy, a donde el que fue entrenador del Dépor y del Celta llegó a primeros de año (allí el campeonato comenzó a finales de febrero y se prolonga hasta noviembre), regresa a la cima de la J2 League tras cinco victorias en siete jornadas. Todo un respiro para un histórico que ahora milita en la segunda categoría, después de casi descender a la tercera la pasada liga, y una nueva alegría exótica para el entrenador vasco, que busca su sitio en la liga asiática más competitiva, con permiso de la emergente China. «No echo nada en falta respecto a España en cuanto a estructura. Ni siquiera la del Villarreal o a la de la Real, por lo menos cuando estuve yo, y todos los clubes trabajan así. He traído un técnico que trabajó en la cantera del Barça y están el entrenador de porteros, el preparador físico y otros cuatro técnicos más. Se trabaja todo el día, llegan a las ocho de la mañana y, aunque no se entrene por la tarde, se quedan hasta las ocho. Es otra mentalidad», afirma.
La morriña por la distancia y las dificultades del idioma se revelan como las principales curvas que Lotina ha de tomar en el día a día, junto a las peculiaridades de una sociedad muy distinta a la española y en la que el esfuerzo y el respeto son sagrados. «Los futbolistas llegan al entrenamiento una hora y media antes. Es su cultura, de trabajo y puntualidad. Solo convencerlos de que hay que descansar o que hay entrenamiento de recuperación, ya les cuesta. Quieren entrenar todos los días y creen que solo con darse masaje ya han descansado. En la primera jornada tres jugadores que jugaron los 90 minutos tenían recuperación, pero me dicen que quieren hacer trabajo de fuerza. Así es su mentalidad», explica.
¿Y Lotina habla japonés? «Para decir desde la banda sí que sé algunas palabras, pero el traductor está pegado a mí y así es más fácil, pero en los entrenamientos sí que he dicho alguna palabra. Ahora quiero ir a una academia a aprender», explica el vizcaíno, que se está fraguando un currículo impoluto en Asia. Después de subir a Primera al Al-Shahaniya catarí, se convierte en la esperanza del club nipón más laureado, que cuenta en sus vitrinas con siete campeonatos de liga, seis copas de liga y un campeonato de Asia. «Los salarios son altos, en Primera serán como en España. En Segunda, algo menos. Son salarios buenos, pero no es China. Lo que sí se hace es cobrar al día, hay un día para cobrar y ese día cobra todo el mundo. No se retrasan ni un día», explica.
Con el ferrolano Bruno García
El entrenador vive con su mujer en un piso y se ve casi a diario con Bruno García, el seleccionador japonés de fútbol sala, que es de Ferrol y del Dépor. «Hemos quedado los matrimonios varias veces. Él lleva aquí un par de meses más que yo y hemos hecho gran amistad», señala, aún sorprendido por las diferencias culturales del país del sol naciente respecto a cualquier sociedad europea. «Aquí la gente no habla en inglés, aún está menos extendido que en España, pero todo lo suplen con una amabilidad exquisita. Un día en un supermercado preguntamos por el azúcar, nos entendieron después de un buen rato y el dependiente dejó la caja y nos acompañó al sitio exacto donde estaba. Te sorprende mucho el respeto que tienen a todo el mundo, no solo a los extranjeros, ya entre ellos. Es una sociedad que nos llama mucho la atención», apunta.
Hasta el fútbol nipón disfruta de las virtudes de esta sociedad. «Una hora y cuarto antes de todos los partidos hay reunión de los dos entrenadores con el árbitro y los asistentes y dos personas más de la federación. Ahí se decide minuto a minuto lo que se va a hacer y se enciende un reloj en el estadio: en tal minuto se sale a calentar, en tal se entra al vestuario, se sale al campo, empieza el partido, si se va a regar el campo, cuántos minutos, todo. Aquí al azar no se deja nada, está todo controlado. No hay sorpresas, está todo muy bien en cuanto a organización», dice Lotina, para quien sale el sol en Japón.