
El gallego, que cayó ayer ante «su» Nástic, es el segundo técnico en activo con más citas en la categoría de plata con 400 partidos
06 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Pasó directamente del pantalón corto al traje, de viajar en la última fila del autobús a sus anchas a hacerse cargo de los que pocos días antes eran sus compañeros. Ahora, diecisiete años después, nadie puede desmentir que el añorado Isidro Silveira no tuviera buen ojo al poner en sus manos, directamente y sin anestesia, el equipo con el que el Racing de Ferrol volvía, veintiún años después, a Segunda División. Luis César Sampedro (Vilagarcía de Arousa, 1966), el guardameta al que Fernando Vázquez llevó, primero al Lalín y, después, al Racing, cumplió ayer 400 partidos en Segunda División, una efeméride empañada por la inesperada derrota frente al Nàstic de Tarragona, precisamente el único equipo al que el técnico gallego ha entrenado en Primera. De los entrenadores en activo, solo Paco Herrera, su antecesor en el Valladolid -cumplió 400 partidos hace un año-, ha dirigido más partidos en Segunda. Y es séptimo en el ránking histórico.
La severa derrota (0-3) no empaña una trayectoria que incluye tres ascensos -dos de Segunda B a Segunda, con el Racing y con el Albacete, y uno a Primera, con el Nàstic-, y que, según sus propias palabras, «en el fondo solo significa que me hago mayor».

Ayer perdió la oportunidad de colocarse a rebufo de los puestos de ascenso, con -también según sus propias palabras- «el mejor equipo que he tenido hasta ahora». Y eso que el actual Valladolid poco tiene que ver con el conjunto que ha militado 42 campañas en Primera y que respondía a cada descenso con un inmediato regreso a la élite. Ahora, el club castellano paga los excesos del pasado y se ha convertido en un presupuesto medio en una categoría más abierta que nunca.
Su nombre incluso ha sonado en alguna ocasión para el Dépor, pero el actual es el club con más pedigrí de los que ha dirigido. Desde aquel Racing al que dirigió 126 partidos en Segunda y un temporada (2003-03) en Segunda B al histórico Albacete al que también devolvió a Segunda, pasando por el Poli Ejido, Alcoyano o, en dos épocas distintas, un Nàstic con el que se ganó la oportunidad de entrenar en Primera durante 12 jornadas. «Mi oficio es estar con la maleta en la puerta. Vine para tres meses y han sido casi tres años», afirmaba tras acabar su etapa en Albacete. Un baño de realidad que tiene mucho que ver con el reconocimiento que hizo en estas mismas páginas -«¡Qué mal entrenador era en el 2000!»-, que solo ocultaba un estilo minucioso y detallista, consciente de que la única forma de sobrevivir es la formación continua y la adaptación a las nuevas tecnologías. En Lugo, además de la mejor clasificación hasta entonces del conjunto gallego en la categoría, dejó su particular sello en sus comparecencias públicas, con reflexiones que poco tienen que ver con lo que se estila en las salas de prensa del fútbol: «No me gustan los charlatanes y a veces, como no quiero ser así, se me va la mano por el otro lado».

En los últimos tiempos, y así parece confirmarlo su estancia en el Valladolid -es el equipo más goleador de la categoría, pero el segundo que más encaja- a Luis César le persigue el cliché de técnico ofensivo, de entrenador fiel a un modelo. Lo desmintió en su salida de Albacete -«si supiera que la forma de jugar era la culpable de perder, estad seguros de que hubiera jugado aquí el rugbi; no habríais visto el balón por la hierba»- y lo repite siempre que puede: «Un entrenador es como un cocinero. Solo es bueno si sabe preparar muchos platos».
Detallista y minucioso, sus ruedas de prensa no suelen pasar inadvertidas. Ayer se enfrentó a la más complicada desde que llegó a Valladolid. No rehuyó la reflexión ni la responsabilidad: «No soy un terco. Hay que revisarlo todo y revisarnos nosotros. Tengo que saber si encajamos los goles por el estilo de juego». Un mal día para celebrar los 400 partidos en Segunda.