El ferrolano dirige al Guanzhou Long Lions, uno de los clubes de la liga de baloncesto del gigante asiático
06 dic 2018 . Actualizado a las 11:03 h.Manuel Aller Carballo (Ponferrada, 17 de abril de 1963) fue uno de los estandartes de la época dorada del baloncesto en Ferrol. Jugador del mítico OAR, con el que debutó en la ACB, compartió vestuario con figuras del baloncesto como Fernando Romay, Alfonso del Corral, Nate Davis, Ottis Howard o Marcellus Stars. Antonio Díaz Miguel lo llevó a la selección española y fue 19 veces internacional. Tras colgar las zapatillas se pasó a los banquillos. Entrenó al Baloncesto Galicia y muy pronto pasó a formar parte del cuerpo técnico de la Federación Española. Su mayor éxito fue el campeonato de Europa con la selección de cadetes. Este verano dio el salto el baloncesto internacional y se fue a China, junto con Juan Orenga, para entrenar al Guangzhou Long Lions, un club que representa a la tercera ciudad más grande de la República Popular de China.
-¿Cómo le va?
-Muy bien, ganamos, perdemos. Vamos en la mitad de la tabla.
-¿Qué se encontró al llegar?
-En China todo es descomunal. La ciudad tiene 13 millones de habitantes, pero una que hay al lado son seis. Todas son así, excepto Pekín, que tiene 35 millones. Yo me fui con Juan Orenga, que ya había estado allí, me había contado cosas, aunque todo lo que me dijo se quedó corto. Desde el minuto uno, todo fueron sorpresas positivas, tanto en lo deportivo como en el día a día. Son ciudades enormes, aunque se vive muy bien. Hay de todo y mucha seguridad. Yo salgo solo, voy callejeando o me cojo un autobús para ir al centro. Tampoco me he tenido que buscar la vida, ya que el club nos lo ha dado todo y tienes, en todo momento, un interprete al lado. La experiencia está siendo fenomenal.
-¿Qué pasa con el día a día?
-Las costumbres con completamente distintas. Ellos a las 11.30 ya están comiendo. Nosotros vivimos en un hotel y es todo muy occidental.
-¿Y el idioma?
-En el tema del chino, sí que estamos muertos, «buenos días», «buenas noches» y poco más. Controlas algo más sobre baloncesto, siete u ocho palabras que repites constantemente. Nos ayuda un intérprete y vas solucionando. El ordenador se me ha muerto por el tema de los caracteres chinos, el whatsapp en la zona norte no funciona y te complica un poco la vida para comunicarte con tu familia.
-¿Qué es lo que más le sorprendió?
-Juan Orenga y yo somos los únicos que pagamos con dinero, todo el mundo lo hace con el teléfono. Hasta en la tienda de la esquina, que compras un paquete de chicles, puedes pagar con el móvil. Parece que en China van por detrás y para nada. Tecnológicamente están veinte años por delante de nosotros.
-¿Cómo es el equipo?
-La liga china de baloncesto es como la ACB en España, aunque a ellos les gusta la NBA y es lo que quieren imitar. Es como disputar una competición europea, ya que cuando vas a jugar al norte, los vuelos superan las nueve horas. Las distancias son enormes y es un sin parar. La maleta la tienes siempre hecha. Hay movimiento constante y las ciudades tienen vida de día y de noche. No hay horarios. La vida es distinta. Todas son a lo alto, edificios de más de cien plantas. Son espectaculares.
-¿Y el baloncesto?
-A la hora de ir allí, era lo que menos me preocupaba. Lo más difícil es comunicarse con ellos, el hablar, de tú a tú, con un jugador que no dispone de minutos o al que le has echado una bronca. Hay un interprete, aunque no es lo mismo.
-¿Más individualistas que juego en equipo?
-Cada uno defiende su parcela. Es complicado explicarles lo de pelear por el escudo. Cada jugador trata de demostrar a los técnicos que tiene calidad para jugar. Eso no quiere decir que sean egoístas, aunque sí que no entienden bien lo de los valores del colectivo.
-¿Y el trabajo en el banquillo?
-Yo soy muy expresivo, me levanto y digo cuatro tacos. Ellos están sorprendidos con mi forma de actuar.