Jugar al fútbol sin número 9

DEPORTES

IAN WALTON

11 feb 2019 . Actualizado a las 09:43 h.

Pasan los años, pasan los jugadores. Y seguirán pasando. También en el Nantes. Muchos de los que lleguen serán delanteros, pero ninguno podrá vestir el 9. La muerte de Emiliano Sala ha convertido el número en un objeto de museo. Un dorsal esencial en este deporte. No hay fútbol sin 10, ni hay goles sin 9.

En Memphis, donde el 9 también está retirado, seguirán llegando jugadores. Pero el 33 queda vetado. Será el recuerdo a las once temporadas que Marc Gasol pasó en los Grizzlies. Así es la NBA. Se puede ser gran ídolo, pero mejor no olvidar que ante todo se es mercancía. El pívot, primer español en tener un reconocimiento así, por supuesto debe estar agradecido. Su camiseta colgará para siempre en lo alto del pabellón local, que, por otra parte, nadie puede descartar que un buen día cambie de ciudad si llegan nuevos dueños con los bolsillos llenos de dólares y las cabezas llenas de promesas. Ya pasó en Los Simpson y ya pasó en la realidad. Allí estarían los niños de, qué sé yo, ¿Albuquerque?, mirando al techo y preguntándose quién sería ese tipo.

No es habitual que alguien quiera vestir el 33. El 9 es otra cosa, y obligará a soluciones acrobáticas a los futuros arietes del Nantes. No hay nadie más fetichista que un delantero con su dorsal natural y el 99 solo le queda bien a Cristiano Lucarelli.

La pregunta es si justifica una muerte terrible y trágica el descartar para siempre un número. Si la muerte de Juanito hubiese retirado el 7 de la camiseta blanca, ¿hubiese tenido la misma mística vestida después por Butragueño o Cristiano Ronaldo? Es solo un ejemplo de un dorsal que pesa más que su percha. También es cierto que de haber enterrado el 10 cuando Puskas dejó Chamartín nos hubiésemos ahorrado el triste homenaje que le hizo al número Lass Diarra.

Cualquier deportivista tendrá, como mínimo, sentimientos encontrados al ver el 11 de Bebeto maltratado por Arizmendi, el 6 de Mauro vistiendo a Juca o Albentosa o a Bodipo adueñado del 9 de Tristán. Igual que cualquier celtista que asistió a como el 8 pasaba de la espalda de Karpin a la de Ariel Rosada. Pero a ese 11, a ese 6, a ese 9 y a ese 8 todavía les quedan oportunidades para redimirse. Al 9 del Nantes no le queda historia por delante.