Fran Teixeira: «Con cáncer falté a dos partidos y ahora no puedo entrenar»

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CEDIDA

Solo la pandemia le ha alejado de las pistas de balonmano, enfermo desde hace tres años

03 abr 2020 . Actualizado a las 11:45 h.

En tres años de lucha contra el cáncer de colon, Fran Teixeira ha seguido al pie del cañón entrenando al Chapela de Primera nacional de balonmano. «Para mí es como una medicina», argumenta el técnico, al que solo el parón generalizado actual por el coronavirus del que ningún equipo se libra le ha obligado a alejarse de los banquillos. Pero no de su deporte, al que sigue dedicando gran parte de su tiempo a diario durante el confinamiento.

Teixeira, que este martes volvía a recibir quimioterapia después de tres semanas sin ella por tener «las defensas muy bajas», solo se ha perdido dos partidos desde que enfermó. «En la primera temporada falté cuando me acababan de operar y en la actual no pude ir a Lanzarote porque me encontraba mal, mal, mal -enfatiza- y no fui capaz». Dos excepciones contadas en un entrenador que saca fuerzas de donde sea cuando de por medio está el deporte que le apasiona.

Porque a Teixeira suelen decirle que parece otro cuando se trata de competición y entrenamientos de balonmano. «Lo primero que hago cuando vuelvo a casa es ver el partido. Y me dicen: ‘¿Pero tú eres ese que está ahí saltando y gritando?’. Después, al llegar, estoy reventado, pero mientras jugamos no me duele nada», confiesa. Y eso que a veces la espalda se resiente: «Más que por la enfermedad en sí misma, es porque pasé de pesar 85 kilos a 58-60, y claro...».

Su gran ventaja, dice, es que tiene al lado a su hijo como parte de su cuerpo técnico. «A veces, en los partidos, se preocupa más de mí que de lo que pase en la pista», revela. En ocasiones le cede el mando en algún entrenamiento, pero sin faltar a uno solo. «Yo me siento, dirijo y pego los berridos de siempre. Ahora no podemos, pero cuando íbamos a entrenar, me recogían para ir y esas tres horas fuera de casa me daban la vida», destaca.

Sin embargo, pese a estar privado de ese momento de desconexión de la enfermedad, lo suple con más balonmano. «Lo de estar en casa no me afecta mucho, yo ya estaba casi siempre, esperando todo el día a que llegara la hora de ir a entrenar y claro que lo echo de menos», admite. A cambio, lee libros de balonmano, ve partidos históricos e incluso participó en un curso de la Federación Galega la semana pasada. «Ahí estuve, de siete a diez cogiendo apuntes. Me dicen que de qué me vale un clinic, pero claro que vale, sacas muchas cosas interesantes», explica entusiasta.

En este tiempo, no han sido pocos los que han tratado de convencerle de que dejara de entrenar. «Me lo pedía la familia y la gente de la Federación, que me fuera con ellos y les echara una mano. Saben que yo quiero seguir como siempre, pero tienen miedo de que un día me encuentre mal y me maree». Pese a esos temores en su entorno, no cede. «Me salgo con la mía. Al final todo el mundo, incluidos psicólogos y psiquiatras, me animan a que siga porque se dan cuenta de que me hace bien».

El balonmano es clave para que su ánimo se mantenga constante incluso cuando más se resiente el físico. «Tuve una época en que no me sentía bien, pero me di cuenta de que había que seguir y el balonmano me da esa fuerza para que, si Dios quiere, pueda continuar mucho tiempo», anhela. Su mujer, enfermera, es otro puntal clave: «Me pone los medicamentos en casa, me cuida siempre. Si no fuera por ella, igual ya no estaba aquí», reflexiona con ternura.

«Estando en la uci, le pedí a mi hijo un boli y me puse a escribir nombres para fichar»

Teixeira cuenta orgulloso que su esposa no se separó de él en los nueve días que pasó en la uci, más un mes en planta, tras la última de las cuatro operaciones que lleva, el pasado verano. Y el balonmano también le acompañó hasta en cuidados intensivos. «Estaba muy mal, los médicos estaban preocupados. Solo podían entrar a verme media hora y un día le dije a mi hijo que me trajera una libreta y un boli», relata. Se puso a hacer «un gráfico con nombres y posiciones para fichar y confeccionar la plantilla. «Al parecer, no se entendía mucho, pero los médicos decían: ‘¡Esto es increíble, nosotros aquí preocupados y se pone a escribir!’. Estaba muy malito, pero pensando en la nueva temporada».

Y el equipo le está dando muchas alegrías este año. «Estoy disfrutando mucho. Estamos ahí pegándonos por ascender con una plantilla nueva y cuando nadie daba un duro por nosotros», recalca. Agradece especialmente el apoyo que le dan sus jugadores y también su trabajo diario: «Saber que yo, estando mal, iba cada día, les da fuerza. Creo que piensan: ‘Si Fran viene y está aquí pegándose, nosotros también lo tenemos que hacer’. Sirvió para que el equipo se esfuerce al máximo».

En lo que se refiere al coronavirus y su situación personal, admite que le da miedo ir al hospital. «Es una fase de la quimio que trata de curarme y hay que hacerlo. La alternativa es otra operación y pensarlo sí que me pone malo», admite. Por eso no tiene otra alternativa que continuar con el tratamiento. «Pero me preocupa y me da miedo, claro, solo con coger un catarro me puede destrozar». Pase lo que pase, lo tiene claro: seguirá luchando y siempre con el balonmano presente.