Vero Boquete: «Antes, una crac podía cobrar 20.000 euros y en negro; ahora 200.000 y cotizando»

Iván Antelo REDACCIÓN

DEPORTES

MARTINA MISER

Cumple su vigésima temporada en el fútbol sénior con la ilusión de una niña

22 sep 2021 . Actualizado a las 10:22 h.

Tenía 15 años, llevaba meses sin pisar el verde, y unas amigas de su equipo de fútbol sala (Don Bosco) le dijeron que fuera con ellas al Xuventú Aguiño. Probó, le gustó y sobresalió. Hoy, Vero Boquete (Santiago, 1987) celebra su vigésima temporada en competiciones sénior. Ya no juega en tierra. Ahora defiende los colores del Milan, como hizo antes en Estados Unidos, Rusia, Suecia, Alemania y Francia.

—En el 2022 se cumplen veinte años de su debut en el Aguiño. ¿Qué queda de aquella niña?

—¿Veinte años? Madre mía… Pues lo que queda es la pasión por el fútbol y por intentar ser mejor cada día. Eso me va a acompañar toda mi carrera y el día que me falte o se pierda un poco será el momento de dejarlo.

—¿Recuerda su primer partido?

—Pues la verdad es que no. Pasó mucho tiempo… Pero sí que tengo recuerdos de todas mis etapas.

—Nada más cumplir los 18 se fue a Zaragoza para jugar en Primera. ¿Cómo recuerda aquella primera vez en irse de Galicia?

—Fue duro. Muy duro. Era la primera vez que me iba de casa, tenía que dejar mi día a día, y fue un cambio importante. La decisión no fue fácil, pero era obligatoria si quería seguir creciendo. Las primeras semanas fueron difíciles. Luego me fui acostumbrando. Ese primer año tuve la suerte de vivir la experiencia con mi hermano y eso me ayudó mucho.

—Ahora le resultará más fácil.

—Ahora no me supone nada. Cuando vuelvo, me da pereza irme, porque en Galicia siempre estoy muy bien, pero estar fuera es ya lo habitual y estar en casa es lo que me saca de la rutina. Ya estoy acostumbrada a hacer maletas, a cambiar de país… Ya no me supone ningún trauma.

—¿Cómo ha cambiado el fútbol femenino en estos años?

—Se ha profesionalizado. Aunque sigamos con lo de liga profesional sí o no, el estatus de profesional no es el que se introduzca oficialmente. Es pasar de entrenar a las nueve de la noche a hacerlo por la mañana, es tener instalaciones buenas, servicios médicos... Es estar dentro de un organigrama de club… Tener todo eso le ha dado un salto de calidad al fútbol femenino y esa es la línea a seguir para buscar más profesionalización en los próximos años. El nombre de la liga es lo de menos.

—¿Cuánto podía cobrar una jugadora top en España antes y cuánto ahora?

—Antes, podría haber alguna cobrando en negro unos dos mil euros al mes… Veinte o treinta mil euros por temporada. Y a día de hoy hay jugadoras en Liga Iberdrola, en los grandes clubes, que pueden llegar a cobrar 200.000 euros. El cambio es brutal. Pero hay que seguir peleando por el resto de contratos de las futbolistas, que son mayoritarios… Ahí hablábamos de jugadoras contadas en clubes contados, pero sigue habiendo muchas con un salario mínimo.

—Cobraban en negro…

—Sí, está claro que cotizar a la Seguridad Social, dejar de cobrar en negro y tener todo en regla, entra dentro de esa profesionalización que hablaba antes y que es superimportante para el futuro de las futbolistas. Todos sabemos lo corta que es la carrera de un deportista. En eso hemos mejorado.

—¿Qué falta por conseguir para el fútbol femenino?

—El respeto y el aprecio de toda la sociedad. Llenar estadios de fútbol cada fin de semana. Sabemos que cuando se promociona un partido determinado y se le da visibilidad hay mucha gente, pero eso tenemos que conseguir llevarlo a la normalidad, que suceda todos los días y en todos los campos.

—¿Le cansa que le recuerden su edad y le pregunten qué hará después del fútbol?

—No, porque tengo claras las cosas. Si no supiese qué iba a ser de mí después de mi carrera de futbolista sí que me cansaría. La retirada siempre causa miedo al deportista por la incertidumbre de lo que vendrá, pero en mi caso lo tengo claro.

—¿Cómo le gustaría que le recordasen en el futuro?

—Como una futbolista que ha ayudado a abrir caminos. Parece que las jugadoras que tienen más nombre son más importantes, pero no. Antes que yo hubo muchas, conmigo también y después de mí estarán otras. Así que me gustaría que me recordasen como una buena jugadora de fútbol, de esas que han ayudado a su deporte a progresar hacia la profesionalización.

«El machismo lo vivo en el día a día y en pequeños detalles»

El machismo sigue en el fútbol, como en la sociedad, y Vero Boquete da ejemplos.

—¿Sigue habiendo machismo?

—Sí, claro. La sociedad sigue marcada por esa educación machista que hemos vivido todos. Poco a poco va a menos, pero diariamente convivimos con ello y el mayor ejemplo es la violencia machista. No es que vaya a más, siempre ha estado ahí, pero ahora la conocemos mejor. Socialmente tenemos que extinguirla. La guerra por la igualdad se inició hace tiempo, pero quedan batallas por librar.

—Diga un caso de machismo que haya sufrido.

—Yo el machismo lo vivo diariamente y en pequeños detalles. En comentarios de la gente… Por ejemplo, llegar a un evento y que te hagan algún comentario que a un deportista masculino nunca se lo harían. Cada vez es menos, la gente se va dando cuenta, pero hay un machismo adquirido como hábito, que la propia gente que lo practica se piensa que no lo es.

— ¿Qué tipo de comentarios?

—Pues... Por ejemplo: «qué bien te veo así, mucho mejor que vestida de futbolista». A un futbolista hombre nunca nadie le diría que está mejor de traje que con un uniforme de juego. Hay cosas de ese tipo que siguen sucediendo… O ruedas de prensa con preguntas que van más a un terreno de vida privada...

—Usted se ha caracterizado por romper barreras desde niña. Conociéndola, seguro que no se conforma con ser entrenadora de un equipo femenino.

—Sí. Si siempre he defendido la igualdad, no seré yo quien ponga barreras a la hora de centrarme en fútbol masculino o femenino. Lo que me gustaría hacer cuando deje de jugar es ser entrenadora al máximo nivel profesional y eso indicará que he llegado a un buen nivel y que tengo buenos conocimientos del juego. Si es masculino o femenino me daría igual. Ojalá fuera en los dos.

—¿Se ve entrenando a un Dépor o un Celta masculino?

—A día de hoy lo que me veo es jugando. Pero mi objetivo es, cuando lo deje, entrenar al máximo nivel. Poder entrenar a un club gallego sería fantástico y me daría una ilusión extra. Eso está claro.

EN CORTO

- ¿Con qué se queda de Estados Unidos?

- Con la profesionalización del fútbol femenino que tienen y la afluencia a los estadios.

- ¿De Rusia?

- Con que fue una experiencia de vida.

- ¿De Suecia?

- Con la igualdad social.

- ¿De Alemania?

- Con la organización en todo lo que hacen.

- ¿De Francia?

- Con formar parte de un gran club [PSG] y sentir el calor de su afición.

- ¿De China?

- Con cómo aprender a vivir en un caos.

- ¿De Italia?

- Con la pasión por el fútbol. Todo el mundo se vuelca con él.

- Un lugar desconocido al que recomiende viajar en alguno de estos países.

- Hay muchos, pero uno de los que más me ha impresionado es el centro de China. Allí hay mucha naturaleza y mucho territorio desconocido para los occidentales.

- Una comida que le haya sorprendido.

- Los insectos chinos, por ser lo más alejado posible a mi gastronomía habitual.

- ¿Cuántos idiomas habla, aunque sea un par de frases hechas?

- Hablar, hablar…. Gallego, español, inglés, portugués, italiano, francés… Y luego algunas palabras en alemán y sueco, pero no diría que los hablo.

- Dentro de veinte años se ve...

- En el fútbol. Fuera del rectángulo de juego, pero espero que muy cerca.

- El fútbol para usted es…

- Un generador de ilusiones.

- Un equipo.

- Espanyol.

- Una jugadora.

- Marta da Silva.

- Un entrenador/a.

- Tony Gustavson, actual seleccionador australiano, que tuve en el Tyresö.

- El partido que recordará siempre-

- Son dos. La final de la Champions ganada con el Frankfurt y el play off con la selección española contra Escocia, con mi gol en el último segundo.

- El partido que quiere olvidar y no puede.

- Cualquiera de las finales perdidas, pero sobre todo la que perdimos con el Tyresö contra el Wolfsburgo. Esa todavía duele.