75 años del día que el fútbol español cambió para siempre en Riazor

Manuel Varela Fariña
Manuel Varela REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

ARCHIVO RC Deportivo / Foto Blanco

San Lorenzo de Almagro disputó una gira de mes y medio por todo el país en 1947. El campeón argentino era el primer equipo extranjero en pisar España tras la Guerra Civil

31 ene 2022 . Actualizado a las 11:51 h.

España no era muy popular en 1947. A la hambruna y extrema pobreza del país durante la posguerra se unió la mayor de las soledades. Derrotadas Italia y Alemania en la Segunda Guerra Mundial, la Organización de las Naciones Unidas decidió dedicar varios meses a tratar la Cuestión española y concluyó, entre otras cosas, que la neutralidad española no fue tal al prestar bases y destinar tropas de la División Azul a las dos potencias del Eje y que España seguía siendo un estado fascista. El 12 de diciembre de 1946 se aprobó la resolución 39 que vetaba al gobierno franquista de cualquier órgano internacional. El aislacionismo absoluto. En contra de esa medida votaron seis países, entre ellos la Argentina de Juan Domingo Perón, que no solo decidió dejar allí a su delegación diplomática, sino que envió a España al que consideró su mejor embajador. 

Un avión Douglas DC-4 de Iberia aterrizó esa misma semana en Madrid con el vigente campeón argentino, San Lorenzo de Almagro, el primer equipo extranjero que pisaba España desde la Guerra Civil. El Ciclón venía a disputar una gira de mes y medio, con partidos en Madrid, Bilbao, Barcelona, Sevilla, Valencia, A Coruña, Lisboa y Oporto. El primero en bajarse de la aeronave fue Ángel Zubieta, que aprovechó la gira americana de la selección del País Vasco en 1936 para escapar de la guerra y quedarse en Buenos Aires. Le siguieron directivos de la Asociación de Fútbol Argentina y del club y el resto de jugadores. Entre quienes les recibían con flores estaban la madre y hermana de Zubieta, que veinte años después de su exilio jugaría en el Deportivo, y miembros del Gobierno franquista y directivos del fútbol de la época como Santiago Bernabéu. El club de Boedo había llegado a España considerado el mejor equipo del mundo, con un revolucionario estilo de juego que no tardaron en tratar de incorporar las plantillas españolas. «A partir de esa visita, el fútbol evolucionó un 100 %. La gira fue inolvidable por las atenciones que tuvimos y las goleadas que conseguimos», rememoró años después el portero de aquel equipo, Mierko Blazina. 

De los diez partidos que jugaron solo perdieron ante el Real Madrid, en un encuentro disputado el día de Navidad y con nieve, un contexto poco favorable para un equipo acostumbrado al fútbol de toque y que acababa de volar desde el verano austral. Le endosó trece goles a la selección española en los dos choques que les enfrentaron en Madrid y Barcelona. Las entradas se agotaban días antes de la llegada de la expedición de San Lorenzo, colmada de regalos allá donde iban. El medio argentino El Gráfico recoge las palabras del exentrenador de las inferiores del Barça Jaume Olivé tras presenciar su gira: «Hubo un antes y un después de la visita del San Lorenzo en el fútbol español. Proponían un juego de pase corto, elaborado, de triangulación, frente al fútbol más directo y profundo de España. Los argentinos apuntaban a la dinamización con balón y estrategia frente a valores como la furia, el genio y la improvisación». 

A finales de enero viajaron a Galicia. Visitaron la catedral de Santiago y, de camino a A Coruña, pararon para hacer un asado en el que les acompañó el mítico portero Ricardo Zamora, entonces entrenador del Celta. Las cámaras del NODO, que les seguía en su gira, captaron al técnico tomando mate junto al resto de jugadores del club. El día 27 entraron en un Riazor abarrotado, inaugurado solo tres años atrás y con una arquitectura monumental caracterizada por su torre de maratón y la fachada de columnas con arcadas de estilo clásico.

[La llegada a Galicia, a partir del minuto 35:00 del vídeo]

«Gracias a ese partido soy hincha de San Lorenzo». Quien lo dice no es un tipo cualquiera. Al otro lado del teléfono responde desde Buenos Aires Alberto Barja, historiador del club. Su padre era de Ourense y viajó hasta A Coruña para vivir el partido en la grada. «Se convirtió en un fanático de San Lorenzo en ese momento», dice. Tres años después emigró en un barco de carga junto a la madre de Alberto, embarazada de él. 

El Deportivo recibía a aquel Ciclón en Riazor como invitado de honor a la fiesta futbolística que planteaban los argentinos, pero aquel plantel se sacudió la etiqueta de figurante de cartón piedra. La brillante actuación del portero Juan Acuña, y la «cerrada táctica defensiva» que destacó en su crónica La Voz de Galicia, evitaron que San Lorenzo marcase. «El no perder frente al magnífico conjunto argentino es ya de por sí un resultado honroso», continúa el extenso artículo, que termina con el intercambio de flores y banderines que protagonizaron los capitanes Zubieta y Chao en el centro del campo. Fue una de las pocas alegrías deportivistas en 1947, temporada en la que terminó descendiendo para, dos años después, rozar su primer título de Primera División al finalizar en segundo lugar, precedente de la Orquesta Canaro del curso siguiente. 

«Los gallegos siempre tuvieron dos equipos en Argentina: Independiente [de Avellaneda] y San Lorenzo», resalta el historiador del club. De este último lo hicieron por las llegadas, a partir de los años treinta, de varios jugadores exiliados de España como el propio Zubieta o el delantero Lángara, miembro también de aquella selección vasca que hizo gira por América. Pero además por el imborrable recuerdo de ese San Lorenzo campeón de Argentina que despertó al fútbol español de su letargo y permitió hacer olvidar, aunque fuese por noventa minutos, la miseria y soledad que vivía el país.

El equipo de los gallegos lo es también del Papa Francisco, que tiene como ídolo a René Pontoni, delantero de aquel San Lorenzo que maravilló a España en el invierno de 1947.