El equipo malagueño también supera al Tenerife tras dejar por el camino al Barcelona y Madrid para conquistar la Copa 18 años después
20 feb 2023 . Actualizado a las 10:16 h.El Unicaja culminó en el Palau Olímpic de Badalona una de las mayores hazañas en la Copa del Rey. El Barcelona y el Real Madrid estaban ya en su nómina de víctimas. Los dos grandes por primera vez en toda la era ACB eliminados por el mismo equipo. Sin embargo, al equipo malagueño le quedaba todavía el último paso para inscribir su nombre en la historia y conquistar su segundo título 18 años después.
Tenerife era el último escollo. Y qué escollo. Un proyecto muy asentado, fraguado a fuego lento a lo largo de más de una década de crecimiento sostenible y con unas señas de identidad muy claras. El del Unicaja, que tocó la gloria con una Liga y una Copa hace casi veinte años, ha recuperado la pasión por el baloncesto en Málaga tras varias temporadas de zozobra.
El duelo inesperado en las quinielas previas al torneo, sin Real Madrid ni Barcelona después de catorce años, lo resolvió una actuación coral del Unicaja. Pesó más que el buen desempeño de Marcelinho Huertas y Giorgi Shermadini, el dúo fantástico de veteranos del Tenerife. Solo les acompañó Jaime Fernández y el cruce de equipos de autor, labrados por las pizarras de Txus Vidorreta e Ibon Navarro, acabó con la victoria del segundo, que es el último en llegar pero ha cambiado de arriba a abajo a un Unicaja campeón.
No cabía esperar otra cosa que un duelo de máxima igualdad y el primer parcial lo confirmó, con un resultado de 16-17 y actuaciones muy corales en ambos equipos. Los nombres propios de la final aguardaban todavía su momento. Se esperaba a Huertas y Shermadini. El base brasileño dejó nada más comenzar el segundo cuarto un triple desde su casa bajo la presión del reloj y el segundo fue sacando brillo a sus pasos de baile en la zona. Les acompañaba una buena versión de Jaime Fernández. Entre la tropa verde Alberto Díaz, que además de un defensor de élite también es un auténtico multiusos capaz de tirar muy bien, como demostró con dos triples.
La tónica de igualdad la rompió Doornekamp con un acierto desde más allá del 6,75 y el arreón chicharrero llegó hasta los siete puntos de ventaja (33-26). Necesitaba reaccionar el matagigantes de la Copa. El equipo milagro lo hizo de forma contundente para igualar la final (36-36). Solo otro triple lejanísimo y sobre la bocina del mago Marcelinho Huertas mantuvo la iniciativa canaria al descanso.
La puesta en escena verde tras la pausa fue muy buena, con esos clásicos minutos de inspiración de Darío Brizuela. El mando del partido cambió de dueño en favor del conjunto andaluz pero fue un espejismo porque Shermadini no estaba por la labor de dejar pasar la «gran noche» de la que Vidorreta había hablado en la previa de la final. Marcelinho, su compinche de mil batallas, también estaba entonado. Malas noticias para Unicaja, otra vez a rebufo.
Llegó a alcanzar una máxima renta de nueve Tenerife (56-47), antes de que Tyson Carter, un diablo con cara de niño sobre el parqué, evitase el demarraje insular y apretase al máximo otra vez la batalla por el título con diez puntos en un suspiro. Fue la entrada en combustión del MVP.
Una final de diez minutos
Una final de diez minutos. Ese era el paisaje en el Olímpic después de casi siete partidos de baloncesto de la máxima emoción. La Copa del Rey de Badalona no podía acabar de otra manera. Carter seguía engordando sus números, con Kalinoski como aliado predilecto, y Unicaja asumió el timón de la final.
El equipo malagueño fue sumando más y más actores a su favor. Barreiro acertó de tres; también Osetkowski, ejecutor contra el Madrid y gris hasta el momento en el que anotó de tres para poner el 69-77 y situar al Tenerife contra las cuerdas. Estalló la marea verde en las gradas. Estaba cerca la guinda al pastel. En esas Alberto Díaz compensó su desacierto desde el tiro libre con lo que mejor sabe hacer sobre la cancha, la defensa.
Seis puntos a falta de un minuto eran un tesoro para Unicaja, pero no suficiente en el vertiginoso baloncesto como para cantar victoria. Osetkowski, ya definitivamente en la versión de semifinales, sacó petróleo con un rebote de incalculable valor. Esa captura decisiva dio paso a la antideportiva de Shermadini que sepultó las opciones canarias. No había tiempo para la reacción. La epopeya del heroico Unicaja estaba completa. Se recordará durante mucho tiempo.