Jon Rahm y LIV Golf: una decisión comprensible y una paz necesaria

Manuel Piñero

DEPORTES

YARA NARDI | REUTERS

07 dic 2023 . Actualizado a las 20:29 h.

El empuje económico de LIV hacía que tarde o temprano Jon Rahm, como uno de los grandes iconos del deporte mundial, fuese a acabar aceptando una oferta mareante. Era un final anunciado. Su posición sobre la guerra del golf fue inteligente y diplomática, sobre todo en los últimos meses. El deporte profesional, nos guste o no, consiste en gran parte en ganar dinero, para que los atletas aseguren su futuro y el de sus familias. Si el golf ya era un negocio en mi época, cómo no lo va a ser todavía más ahora. Si las empresas a nivel global hacen negocio con el capital saudí, cómo no lo van a hacer los deportistas a título particular.

Los atletas son los actores principales de un espectáculo que mueve miles de millones en todo el mundo, y así deben ser pagados, como los artífices del tinglado.

Es verdad que todos tenemos una cierta visión romántica del deporte, pero la realidad es más fría. De entrada, Rahm tiene derecho a jugar los grand slams durante los próximos cinco años, al haber ganado el Masters de Augusta. En el peor de los casos, si se mantuviese un enfrentamiento entre el LIV y el PGA Tour, podría jugar los cuatro torneos más prestigiosos del mundo. Pero, además, todos estamos convencidos de que habrá un acuerdo entre los grandes calendarios. Por lo que la decisión de Rahm no habrá tenido ningún contratiempo. Como en el tenis, los cuatro grandes son lo más importante, como en cualquier deporte lo son los dos o tres eventos más prestigiosos; el resto importan menos.

Cuando LIV se jugó en Valderrama, tuve oportunidad de ver el modelo que plantea, y de charlar con Greg Norman, con el que me une una vieja relación. Y le dije que como entretenimiento, para toda la familia, el nuevo circuito aportaba aire fresco, pero que a la competición le faltaba algo de tensión, como si fuese más una exhibición que un torneo de primerísimo nivel. Creo que todo se irá puliendo con el tiempo.

Por dinero, el fondo saudí detrás de LIV Golf no tiene problema. Mientras que el PGA Tour, para ofrecer premios más atractivos a sus jugadores, ya tuvo que aumentar la dotación de sus principales campeonatos, pero tirando de unos fondos propios que no son ilimitados. Esa batalla, la económica, el circuito americano la tiene perdida. Es otro motivo para pensar en una próxima paz entre los diferentes circuitos, y que los jugadores puedan disputar unos y otros.

Lo ideal sería combinar los mejores torneos en un circuito mundial único de unos 20 o 22 eventos más los grand slams. Sería una primera división para unos 100 jugadores, estableciéndose criterios objetivos para que los mejores los disputen —algo en lo que pincha el modelo de LIV—; y un segundo escalón con otro calendario de acceso a la súper élite. Esperemos que el acuerdo no se demore, y sigamos disfrutando del golf.