No le organizaron «ni una merienda», como él se encargaría de reprochar años después, pero aquel balón de oro de 1960 valió tanto como todos los que vendrían, por poco que se reivindique. Luis Suárez Miramontes (A Coruña, 1935) fue el primer español en ser coronado como el mejor jugador del momento. Así lo anunció la prensa francesa un 13 de diciembre de 1960, haciéndole entrega del galardón justo después de un partido con el Barcelona, en pleno césped, en el mes de marzo. Eran otros tiempos, está claro, aunque la justificación del jurado bien podría servir para describir también a Rodri: «Tiene la autoridad de un duque, la precisión de un geómetra y la belleza de un apolo».
El arquitecto de Monte Alto tenía entonces 25 años y gobernaba el centro del campo de los azulgranas antes de convertirse en una leyenda eterna en el Inter de Milán. Allí subiría otras tres veces a ese ficticio podio que se forma en torno a la pelota dorada. Fue balón de plata en 1961 y 1964, y de bronce en 1965. Que no repitiese en lo más alto respondió más a una estrategia de la organización para expandir la popularidad del premio que a lo visto sobre el verde.
Hace sesenta años, además, él y Amancio convirtieron a A Coruña en la primera ciudad que tuvo a dos representantes entre los tres primeros, después de que España alzase su primera Eurocopa y los dos se enfrentasen en la final de la Copa de Europa. Aquella urbe que por entonces no llegaba a los 200.000 habitantes dominaba el fútbol continental.
Aspiraron después Butragueño, Iniesta o Xavi, pero el único que pudo levantarlo con total autoridad antes de Rodri fue «un dos nosos»: Luisito Suárez.