Lamine Yamal destrona a Mbappé con otra exhibición

Pablo Carballo
PABLO CARBALLO REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Albert Gea | REUTERS

El azulgrana, que dio el susto en el calentamiento, se convierte en el más joven en marcar en una semifinal de Champions

01 may 2025 . Actualizado a las 10:41 h.

«Mientras gane no me pueden decir nada. Cuando me ganen, sí». A Lamine Yamal (Esplugues de Llobregat, 2007) le pedían respuesta para aquellos que lo veían demasiado crecidito en los festejos de la final de la Copa del Rey. Pero Lamine no ha venido para ofrecer el catálogo de frases humildes que enseñan en las academias. «Mi nivel con 17 años en el Barça no lo da cualquiera. Eso es lo que más valoro». Le gusta llamar la atención. «Hago esas cosas para que se me pase más rápido el tiempo, porque me aburro en mi casa», respondió cuando le preguntaron por el tinte rubio.

Si los grandes se definen por los días de fiesta, Lamine Yamal va camino de la antología. Al Madrid le lleva hecho dos goles y dos asistencias. Apareció con una genialidad ante Francia cuando a España se le complicaba llegar a la final de la Eurocopa. «Es un talento único en el mundo en este momento», le dedicó Simone Inzaghi horas antes de la semifinal. Ya lo temen como a Messi, aunque se maticen las distancias. «Yo no me comparo con nadie y mucho menos con él. Eso os lo dejo a vosotros».

Anoche, en el calentamiento, Lamine Yamal se llevó la mano al aductor del muslo izquierdo e hizo muecas de dolor. Se marchó al vestuario antes de tiempo. Fermín salió para prepararse en solitario. El barcelonismo tiritó. Pero cuando el telón se levantó, Lamine estaba allí. Y cuando el Inter le pegó dos sopapos al Barça en veinte minutos, Lamine, lejos de achicarse en una versión renqueante, sacó la de pelotero de fábula.

Pareció enredarse con Thuram en una acción sin demasiada historia. Lamine dribló por fuera y encaró buscando a Mkhitaryan en el recibidor del área. Le escondió la bola en una baldosa y, cuando el armenio volvió del pestañeo, ya lo había sobrepasado. No hubo tiempo para Bastoni. Yamal arqueó la bola con un golpeo que tomó la rosca y la fuerza precisa para irse al palo más lejano, imposible para Sommer.

Balones a él. «El miedo lo dejé en el parque en Mataró hace tiempo», espetó en la previa cuando le preguntaron si sentía vértigo ante lo que se le viene por delante. Tres minutos después del gol, Lamine mereció culminar de la misma forma otra virguería prodigiosa. Ingresó al área desde la calle diestra. Dimarco fue a buscarlo.

Yamal le amagó sobre la línea de fondo y, en el recorte hacia adentro, lo sentó en la hierba. Mkhitaryan miró impotente a medio metro. Entre Sommer y el palo descartaron el doblete. Lamine todavía tuvo tiempo para volver a tocar madera, a cinco del final, en un centrochut que buscaba a Raphinha. Ni rastro del aviso del adutor.

Ningún menor de edad había marcado en una semifinal de Champions. El más joven en hacerlo había sido Mbappé, con el Mónaco ante la Juve. Tenía 18 años y 4 meses. Hasta que ayer, Lamine Yamal volvió a pedir el papel de protagonista.