Fernando Alonso pierde la paciencia con Aston Martin, y tiene motivos

David Sánchez de Castro

DEPORTES

JAKUB PORZYCKI | REUTERS

La octava carrera sin puntos iguala su inicio del 2015, en el que no disputó la primera cita de la temporada, y le hace estallar contra una escudería que le ha dejado abandonado a su suerte

26 may 2025 . Actualizado a las 17:03 h.

Fernando Alonso hace tiempo que se dio cuenta de que tiene que elegir muy bien sus palabras, tanto para bien como para mal. Aston Martin le dio un coche ganador hace dos temporadas y desde entonces han ido de mal en peor, ya no solo porque han sido incapaces de reeditar el camino que les hizo pisar el podio de manera constante al inicio del 2023 sino porque han hundido hasta límites improbables los resultados del 2025.

El colmo fue en Mónaco, donde Fernando Alonso arrancó con serias opciones de sumar sus primeros puntos y acabó abandonando por el motivo más extraño en este circuito: una rotura de motor. En las calles del principado es más probable que sean los frenos, el cambio o, por supuesto, un accidente lo que te mande antes de tiempo a boxes, pero una rotura de motor derivada de un exceso de presión sobre el mismo o un sobretrabajo es harto improbable. Sobre todo porque se puede ir pilotando a medio gas sin perder posiciones dado que adelantar en pista es imposible y más aún con la envergadura que tienen estos coches.

Oficialmente, Alonso abandonó por «un problema con la unidad de potencia que surgió justo después de su parada en boxes», en palabras de Andy Cowell, el jefe del equipo. Decir eso y nada es poco más que lo mismo, porque ya se vio en directo. El humo saliendo de los conductos del AMR25, ese infame coche que pasará a la historia como uno de los peores que ha llevado Alonso, hizo que muchos se llevaran las manos a la cabeza: ¿cómo era posible? Alonso ya había estallado minutos antes, cuando su ingeniero tuvo la mala idea de intentar motivarle por la radio y pedirle que apretara más: «¡Ya estoy apretando lo que puedo!», gritó totalmente fuera de sí un piloto que ya sabía que iba con unos 150 caballos menos de potencia y que preveía un abandono más pronto que tarde.

No es mala suerte, es mal trabajo Lo de Mónaco traspasó la fina línea del mal fario, que parece que persigue a un Alonso que debería pensarse muy mucho si seguir con ciertos personajes a su alrededor que tienen fama de gafes. Después de la carrera, fue de lo más explícito a la hora de señalar al culpable: su equipo.

«No es mala suerte, no es que haya caído un meteorito y nos haya entrado en el motor. Se ha roto el motor porque el motor no estaba bien. Hoy no es la suerte, el motor no estaba preparado», se quejó, señalando directamente a esos 'leprechauns', esos 'zanahorios' que hace dos años le hacían gracia y ahora maldita la gracia que le hacen. Porque no es cosa del motorista, Mercedes, ya que como recordó el asturiano había «seis o siete» en pista y el que se rompió fue el suyo, que ni siquiera estaba forzado de antes.

La estadística es demoledora. Este es el peor arranque de Alonso desde el 2015, ya que no puntuó en las ocho primeras carreras pero con un matiz: no disputó la primera prueba de aquel año, el Gran Premio de Australia, por las secuelas que le dejó el extraño accidente de los test de pretemporada en Montmeló. Todo un presagio de lo que iba a pasar luego en el infausto paso por McLaren Honda. Para ver un inicio similar o peor, hay que irse a los orígenes de su carrera en Fórmula 1, allá por el 2001 cuando muchos de los que hoy le siguen y le vitorean en las redes o bien eran niños o bien ni siquiera habían nacido. Aquel Minardi hecho a base de retales y que apenas podía acabar un fin de semana sin romperse le dio la oportunidad de debutar y poco más, porque no estaba para mucho.

Ante la mirada de un Adrian Newey que saldría asustado de lo que vio en el Principado, Aston Martin ya piensa en el siguiente reto, el Gran Premio de España. Alonso irá extramotivado para sumar sus primeros puntos del año ante una marea enfervorecida que le sigue de manera incondicional pese a los baches que les ponen en el camino. Solo queda esperar a que Aston Martin esté a la altura y que la suerte le sea propicia. Porque no habrá sido mala fortuna lo de este fin de semana, pero meter unas estampitas de la Virgen de Covadonga y unos cuantos ajos en el cockpit no le harían mal.