Siete campeones en siete temporadas. Así de diferente es la NBA respecto al resto de ligas y deportes del mundo. Es difícil encontrar algo parecido al ránking final de la liga americana. Significado de una competición que busca reencarnarse de cada vez. En este caso, con el triunfo del conjunto de Oklahoma, un novato en estas lides. Y es que al hablar de los Thunder y su victoria en el séptimo partido frente a Indiana todo gira en torno a dos figuras. Por un lado el gran vencedor, un tipo de Canadá llamado Shai Gilgeous-Alexander, que ya con ese nombre da cierto runrún de prestigio, ¿no? Ha logrado unas marcas que lo igualan a las mayores leyendas del básquet americano. Que no son pocas palabras.
Y por otro lado esta final, y en concreto este último partido, por esa terrible lesión del chico franquicia de los Pacers, Tyrese Haliburton. Su dolor retorciendo el cuerpo en el suelo ponía los pelos de punta, cuando el pronóstico de la rotura del Aquiles es el peor esperable. Cuidado, que es una lesión de muy alta envergadura y veremos si Indiana empieza una revolución de plantilla de cara al futuro.
Pero volvamos donde empezamos. Siete campeones diferentes en los últimos siete años. Ese es el gran objetivo de la NBA, competición diseñada para evitar hastíos de equipos eternos. Solo la rivalidad entre Celtics y Lakers y el dominio apabullante de los Chicago Bulls de Michael Jordan son punto discordante al entramado de reglas (deportivas y económicas) que tiene la competición. Atrás queda el traspaso de Doncic a los Lakers con el enorme ruido provocado en Dallas y los intentos ruinosos de Celtics, Cleveland (tras su gran temporada regular) y Denver por recuperar un anillo que ya no es suyo. Oklahoma estrena reinado. Larga vida a los reyes... Bueno, hasta junio del 2026. Esa es la fecha de caducidad de su cosecha.