No es la primera vez que el Celta se apresta a disputar una competición europea. Y en su historia reciente brillan precedentes como el del 2017, cuando el equipo entonces entrenado por Berizzo tuvo al Manchester United de Mouriño contra las cuerdas en semifinales, pero acabó cediendo. Más atrás en el tiempo, en la temporada 99/00, está la gesta del 4-0 en Balaídos ante el Juventus de Zidane y Del Piero. Y, entre medias, la agridulce participación celeste en la Champions, en el curso 03/04. Cayó en octavos de final ante el Arsenal de Henry. La amargura llegó después, en la Liga, con el descenso. «Na ledicia son celeste, celtista no padecer».
El tiempo dirá si esta nueva incursión continental deparará una o más gestas, o no, si acompañan los resultados y se dispara el termómetro de la ilusión, o no. Pero, pase lo que pase, será una edición con un sabor especial. Porque la base del equipo que logró la clasificación, incluyendo al entrenador, Claudio Giráldez, está nutrida de futbolistas que crecieron y se formaron en A Madroa. No cabe hablar de una sola quinta, porque ahí sigue un emblema como Iago Aspas, impartiendo magisterio a los 38 años. O Borja Iglesias, que a diferencia de otros canteranos tuvo que emigrar y hacer carrera lejos de casa antes de volver. Hay jugadores como Sotelo, Carreira, Javi Rodríguez, Hugo Álvarez, Damián, Yoel Lago o Carlos Domínguez que ya vestían la camiseta olívica en categoría infantil. Y también han pasado por el filial Javi Rueda, Manu Fernández, Miguel Román y Pablo Durán. No necesitan que les traduzcan Oliveira dos Cen Anos, tampoco que les expliquen el sentimiento: «Cada vez que mires atrás sempre hei estar aquí». Porque son partícipes de esa historia en primera persona y están ante una oportunidad de seguir escribiendo páginas celestes para la historia. Para ellos el «Sempre Celta» es algo más.