Lamine Yamal y Vinicius, dos estrellas con parecidos razonables

Javier Varela COLPISA

DEPORTES

Benoit Tessier | REUTERS

El azulgrana está llamado a dominar la nueva era en el mundo del fútbol, pero hay inquietud sobre la influencia de su entorno

24 sep 2025 . Actualizado a las 12:13 h.

Hay quien desde la distancia ve parecidos razonables entre Lamine Yamal y Vinicius. Los dos son estrellas en sus equipos, jóvenes y tienen cualidades para disputarse títulos y trofeos individuales. El futbolista español, que apenas supera la mayoría de edad, se ha ganado por méritos propios estar ya en el olimpo futbolístico, coquetear con la sucesión de Leo Messi y coleccionar Balones de Oro. Pero, de momento, tendrá que esperar a 2026 para tener el primero. Lamine, a diferencia de Vinicus el pasado año, sí estuvo en la gala parisina, recibió el Trofeo Kopa como mejor joven —el segundo consecutivo— y felicitó en persona a Dembélé por su Balón de Oro.

Sin embargo, tiene muchos tics que recuerdan a lo sucedido el pasado año con Vinicius y que poco tienen que ver con su calidad futbolística, fuera de toda duda. Todo va muy rápido a su alrededor. Títulos, fama, dinero, fiestas, yates, contratos publicitarios... Etapas quemadas a toda velocidad y sin tiempo para madurarlas, disfrutarlas y valorarlas por mucho que desde su entorno se empeñen en destacar que el azulgrana tiene la cabeza muy bien amueblada.

Lamine preparó la gala del Balón de Oro como si fuera a salir ganador. Horas antes de que se entregara el galardón a Ousmane Dembélé, el entorno del futbolista español filtraba un optimismo que solo se basaba en la ilusión. El azulgrana invitó a 25 personas de su entorno a París. Sus padres, su abuela, su hermano y amigos más cercanos no faltaron al Teatro del Chatelet con sus mejores galas —todos vestidos de Dolce&Gabbana—, además de gente de su agencia de representación.

Su padre, en París desde el viernes, se había encargado de organizar una fiesta privada para celebrar el que iba a ser el primer Balón de Oro de su hijo. Una fiesta que no se celebró. Lamine sí quiso festejar de alguna manera haber conseguido el Trofeo Kopa y el balón de plata con un gesto hacia toda la expedición del Barcelona, a la que le invitó a cenar unas hamburguesas. Joan Laporta fue el que lo desveló: «Lamine estaba muy feliz, haciendo bromas después de la gala. Nos trajo unas hamburguesas a medianoche para todos a la salida de la gala, porque no habíamos comido nada y todos teníamos mucha hambre. Estaban muy buenas, por cierto». Un Laporta que desde el primer momento se ha plegado al futbolista y le rinde pleitesía cada vez que tiene oportunidad. El presidente que «echó» a Leo Messi se ha agarrado al efecto Lamine, al que ha convertido en el estandarte del club.

El protagonismo del padre

Pero en lo que debería poner el foco Lamine es en su entorno. Muchos han sido los futbolistas que no han sabido rodearse de la gente adecuada para guiar sus carreras. Muchos señalan a Mounir Nasroui, padre del jugador, como una de las personas que más daño pueden hacer al azulgrana por los comportamientos que ha tenido desde que su hijo debutara con el Barcelona con apenas 15 años.

Su última salida de tono fue horas después de la gala del Balón de Oro, cuando la decepción porque su hijo no ganara se convirtió en enfado. «Creo que es el mayor... no voy a decir robo sino daño moral a un ser humano», comenzó su denuncia. «Creo que Lamine Yamal es el mejor jugador del mundo con mucha diferencia, con muchísima diferencia. No porque sea mi hijo sino porque es el mejor jugador del mundo, creo que no hay rivales», dijo en videollamada a El Chiringuito. «Lamine es Lamine Yamal», siguió. «Tenemos que decir que aquí ha pasado algo muy raro», llegó a exclamar antes de realizar la misma promesa que ya pregonó al salir de la gala: «El año que viene el Balón de Oro será español», en referencia a Lamine.

Unas palabras con un toque de prepotencia que recuerdan a lo que sucedió en 2024 con Vinicius y el Balón de Oro. El madridista celebró —y el famoso entorno fue el máximo culpable— el Balón de Oro días antes de agarrarlo, pero al enterarse de que Rodri era el ganador, decidió bajarse del avión con destino a París. Una determinación que arrastró al resto del Real Madrid, que se sintió ultrajado por el triunfo del futbolista español del Manchester City y decidió romper relaciones con los premios.

Un club a los pies de un futbolista de su —entonces— estrella. Lejos de servir como espoleta, la carrera de Vinicius ha ido en declive hasta aparecer en el mismo listado un año después en el decimosexto puesto, y no tener el mejor feeling con su nuevo entrenador, Xabi Alonso, con el que no ha jugado los 90 minutos en ninguno de los partidos que va de temporada. Lamine haría bien en no mirarse en el espejo del madridista si quiere seguir cumpliendo etapas y convertirse en el mejor futbolista de todos los tiempos. «No sueño con tener un Balón de Oro, sueño con tener muchos», afirmó hace unos días el astro azulgrana. «Soy un jugador que tengo la capacidad para hacerlo. Si no lo hago, es porque no he hecho las cosas bien». Lamine parece tener clara la teoría. Solo tiene que ponerla en práctica y de él depende.