Estudió en el colegio de los Maristas, en Vigo, y después de cursar bachillerato, Antonio Pérez se fue a Madrid, donde se licenció en Ingeniería Electrónica. Más tarde en Márketing y Empresas. Tras su paso por Hewlett Packard y la experiencia de sacar alguna empresa a Bolsa, dio el salto profesional a Kodak, adonde llegó en el 2003. En el 2005 fue nombrado presidente-consejero delegado.
-«Cinco de la mañana y a la subasta. El negocio no le gustaba. Era frío y húmedo y había mala gente». ¿Qué le recuerda esta narración de sus visitas de trabajo juvenil al Berbés?
-No, no, no había mala gente. Eso fue una mala traducción. Nunca he dicho que había mala gente. Al contrario, era gente muy buena, trabajadora, gente de la mar, estupenda. Pero no era lo mío. Mi padre se llevó un disgusto con mi decisión. Él era exportador, mi abuelo era exportador, y yo que era el hijo varón mayor no quería seguir con aquello... Recuerdo que cuando cursaba bachillerato superior y acababa las clases, me levantaba a las cinco de la mañana y me llevaba con él al Berbés. Me repateaba, pero aprendí mucho.
-Cuándo usted le decía que no se quería levantar a esa hora, ¿cuál era la contestación de su padre?
-No, no. A mi padre yo nunca le dije que no. En aquel tiempo no se decía que no a tu padre. Hoy sí. Hoy mis hijos (tiene tres de dos matrimonios, y un nieto) me lo dicen constantemente.
-Dicen que su teléfono móvil siempre está operativo, que incluso cuando duerme lo guarda debajo de su almohada.
-Debajo de la almohada no. Pero sí a mi lado y lo contesto a todas las horas. De hecho, he aprendido a responder correos electrónicos a oscuras. Eso sí, siempre son cortitos.
-¿Eso es una obsesión de trabajo, una responsabilidad, es algo que va en el sueldo?
-Es una ventaja. Al estar al tanto de todo lo que pasa por todo el mundo, el móvil te resta muchísima presión, aunque te despierte por la noche. Sabes exactamente lo que está pasando en cada momento, y si tienes que formar parte de una decisión, lo haces. Sientes que tienes el control. No creo que se pueda llevar una empresa sin estar conectado constantemente. Las situaciones cambian tantísimo, hay disgustos que surgen cada minuto...
-¿Cuál es el motivo de su paso por Galicia?
-Estamos viendo clientes. Y aprovecho para ver a mi madre, que está en Vigo. Tiene 92 años. Está hecha una campeona. Es una buena raza y me sigue riñendo constantemente sobre cómo visto, lo que como... ¡Cuando llego a casa vuelvo a tener 10 años! Es una señora de categoría. Llevaba la casa. Mi padre trabajaba constantemente. Tenía varias empresas, estaba siempre liado. Mi madre es la que nos hizo como somos.
-¿Y cómo define a su padre?
-Siempre digo [carraspea y le tiembla la voz]. Cuando en la empresa les hablo de cómo crear cultura recuerdo que mi padre nunca puso en la casa ningún póster sobre los valores dela familia Pérez, pero todos los sabíamos. La manera de operar de él era la manera de operar todos. Era un trabajador incansable. Se levantaba todos los días muy temprano. Estaba dedicado a sus hijos y a su familia y esos son los valores que nos transmitió. Haciendo lo que hacía él.
-Le tiembla la voz al recordarlo...
-A mi padre, sí. Se murió joven, a los 71 años y estaba decidido a no retirarse jamás y... sí, tengo un buen recuerdo. Le llamaban Ribadavia. Había nacido allí. Le llamaban Antonio Ribadavia aunque su nombre era Antonio Pérez Vázquez. En el Berbés era Antonio Ribadavia. Y yo era o fillo do Ribadavia.
-No hay nada mejor que una decisión tomada a tiempo, dicen que usted tomó muchas. ¿Cuántas y cuáles?
-Menos de las que debía... si hablamos de Kodak. Es una empresa maravillosa que fue líder de las imágenes durante 130 años. Inventó incluso la cámara digital, llenó el mundo de fotografías, pero se olvidó de cambiar el modelo de negocio. Se estaba muriendo con la película, que es la tecnología más elegante del siglo pasado. La empresa se dormía. Es difícil abandonar las cosas que van muy bien. Nos pasa a todos. A los imperios, a las naciones, a las empresas y a los seres humanos. Cuando nos van las cosas bien no queremos abandonarlas. Cuando me llamaron de Kodak y preguntaron si podíamos regenerar la empresa con productos digitales, era un proyecto tan apasionante que no pude decir que no.