Mar exigirá un estudio de integración paisajística a todos los proyectos acuícolas, y el de impacto ambiental a los que superen las 500 toneladas
26 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.El panorama de una extensa marea de plásticos negros cubriendo piscinas de peces a la vista, hoy inherente a la cría y engorde del rodaballo, será difícil que pueda repetirse en Galicia. Por supuesto que la comunidad quiere volver a llevar la delantera en acuicultura y crecer en este ámbito, sobrepasar esos 167 millones de euros que el cultivo de especies generó en el 2010. Pero además de crecer, quiere crecer bonito, de forma ordenada y sin atentar contra el paisaje gallego. «No queremos dar pasos en falso y no queremos destrozar nuestra Galicia», aseguró Rosa Quintana al detallar las bases del plan director de la acuicultura a los medios de comunicación. Y lo hará exigiendo a todos los emprendedores que pretendan instalar una planta acuícola en tierra un estudio de integración paisajística. A todos los proyectos, independientemente del tamaño que persigan y de su producción. Si, además, sobrepasan las 500 toneladas, se les demandará a mayores el estudio de impacto ambiental.
¿Cómo crecer bonito y sin paisajes plagados de plásticos negros? Será cuestión de analizarlo en la comisión técnica que asesorará a los emprendedores desde el minuto uno, desde que muestren su interés en Galicia para desarrollar su proyecto acuícola.
Soluciones
La Estratexia Galega de Acuicultura (Esga), ese documento en el que la Xunta plasma sus objetivos acuícolas de aquí al 2030, ya avanza una serie de claves y propuestas para crecer bonito. «No es cuestión de pintarlas de verde», apunta Manuel Borobio, director xeral de Sostibilidade e Paisaxe, sino de buscar «acabados y soluciones que lleguen a ocultar y mimetizar la actividad industrial con la zona en la que se desarrolla, acorde con el tipo de paisaje del que se trate, ya sea natural, agrario o urbano».
Disposiciones escalonadas de las piscinas, cubiertas vegetales que sustituyan a los plásticos negros, tierra y tojo para disimular e incluso eliminar el hormigón. En definitiva, reducir al máximo el impacto paisajístico, sin olvidar la afectación al medio ambiente. Y es que en la guía de criterios se busca también reducir la contaminación, de todo tipo, incluso la lumínica. Porque las directrices, además de apostar por las energías renovables y alternativas, marcan hasta cómo se puede iluminar la planta para evitar desorientar a las aves.
Aunque medidas correctoras y sobrecoste económico parecen siempre ir parejos, Borobio lo corrige: mimetizarse con el entorno «no tiene por qué suponer un coste a mayores». Al contrario, puede ser más efectivo y, a largo plazo, reducir los costes de mantenimiento. Por ejemplo, el salitre es corrosivo y deteriora con rapidez los plásticos negros que cubren las piscinas, un desgaste que no padecen de forma tan acusada las cubiertas vegetales.
Ni con tojos
Evidentemente, estas soluciones para reducir el impacto sobre el paisaje podrán aplicarse solo en determinadas circunstancias. Se supone -esa es al menos la pretensión- que ni el tojo ni las cubiertas vegetales serán suficientes para permitir instalar una piscifactorías en espacios como las islas Cíes o las dunas de Corrubedo ¿Qué impediría entonces la instalación de factorías en áreas de tanto valor? Aparte del sentido común, los requisitos que se impondrían en esas áreas serían de tal calibre que sería materialmente imposible rentabilizar cualquier planta de acuicultura.