La compañía abandona más de dos años de travesía en el desierto
01 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.«Esperemos que Kodak empiece a recuperar su puesto en el Olimpo de las empresas estadounidenses», con ese juego de palabras -en referencia a la otra marca prominente de cámaras de fotos, Olympus- dictaba sentencia esta pasada semana Allan Gropper, juez del Tribunal de Bancarrotas de Manhattan. Lo que Gropper hacía al firmar esa sentencia era dar a la compañía Kodak la oportunidad de reinventarse.
Atrás quedaban casi dos años de travesía en el desierto desde que en enero del 2012, Kodak, dirigida por el ejecutivo gallego Antonio Pérez, se declaró en suspensión de pagos. Y atrás quedaba también mucho más, 124 años de historia en los que la compañía se convirtió en sinónimo de fotografía hasta que la era digital la tumbó.
La salida de la bancarrota ha sido mucho más difícil de lo que Antonio Pérez declaró en el 2012. Entonces el ejecutivo gallego aseguró que la compañía poseía más de 1.000 patentes que pondrían a la venta. Con el dinero obtenido con ello y la nueva reorientación de la empresa hacia la impresión comercial, en Kodak creyeron que era solo cuestión de pocos meses volver a ponerse en marcha. Pero no fue así.
La venta de patentes, la mayoría relacionadas con la imagen digital, no salió como esperaban. La empresa las había valorado en unos 2.000 millones de dólares, pero en muchas de ellas litigaba con Apple y perdió el pulso. Solo ingresó por ellas 525 millones de dólares, apenas un 25 % de lo que esperaba. Así que necesitó buscar otra vía para salir de la suspensión de pagos. Y la encontró cuando llegó a un acuerdo con su principal acreedor, un plan de pensiones británico. En el acuerdo, Kodak le vendió el área de negocio relacionada con el escaneo de documentos por 650 millones de dólares.
Y, por último, el juez logró que el 80 % de los acreedores aceptaran el 85 % de las acciones de la compañía como pago por sus deudas. Tras todas estas negociaciones, Kodak estaba preparada, pensó el magistrado, para volver a la vida libre, al mercado. Y eso ocurrirá oficialmente el próximo martes.
Claro que la firma que emerge tras la bancarrota no es la misma que entró en ella, aunque se llame igual que antes. «Seremos una compañía muy diferente a la que conocía la gente y muy distinta de la que entró en suspensión de pagos», reconocía el abogado de la empresa, Andrew Dietderich, durante la audiencia en la que el juez declaró el fin de la bancarrota.
Para empezar, Kodak es ahora mucho más pequeña. La firma cuya sede está en la ciudad de Rochester, en el estado de Nueva York y a 550 kilómetros al noroeste de Manhattan, tenía 17.000 empleados en enero del 2012, pero comienza esta nueva etapa con la mitad, 8.500. Además, esos 8.500 trabajadores son solo un 20 % de los más de 47.000 que llegó a tener en su época de máximo esplendor.
En cuanto a los ingresos que espera obtener con el plan de reestructuración en marcha, Kodak calcula que serán unos 2.500 millones de dólares, también la mitad de los que conseguía antes de la suspensión de pagos. En los últimos años ha tenido que cerrar trece fábricas y más de 130 laboratorios de revelado.
Relevo en la presidencia
El otro gran cambio que le espera a Kodak es el nombre de la persona que la dirigirá. Y es que la empresa está buscando relevo para Antonio Pérez. El vigués que rige los destinos de Kodak desde el 2005 seguirá aún vinculado a la compañía durante los próximos dos años, pero dejará de ser su presidente ejecutivo en los próximos meses.