La (muy) selectiva memoria de MAFO

Rubén Santamarta Vicente
rubén santamarta REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

EDGARDO CAROSIA

El controvertido exjefe del Banco de España rompe su silencio publicando reflexiones económicas y políticas, sin autocrítica alguna

27 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Miguel Ángel Fernández Ordóñez se fue por la puerta de atrás un 10 de junio del 2012, justo cuando el país claudicaba y pedía el rescate bancario. Desde entonces apenas se ha vuelto a saber de quien tuteló, de forma muy discutida, el Banco de España. Hasta esta semana, en la que el exgobernador se ha lanzado a promocionar Economistas, políticos y otros animales, una suerte de gigantesca columna de opinión (242 páginas) sobre la situación política y económica de España, con algunas de sus viejas recetas (más reformas, sobre todo laborales). Pero en el que no hay mea culpa alguno tras el reguero de despropósitos de los últimos años, desde el escaso control a la banca durante la burbuja inmobiliaria hasta la gestión de la fusión de las cajas o el escándalo de las preferentes. Sobre estas últimas no hay cita alguna en el libro. No se nombra nunca, como tampoco da el nombre del antagonista del libro: Luis de Guindos. Al todavía ministro, en funciones, de Economía del PP no le ahorra críticas y lo señala como el responsable de poner a España bajo el látigo de los mercados. Así, se lamenta, por ejemplo, de «no haber podido convencer al Gobierno del PP, y en especial a su ministro de Economía [siempre sin nombre], de que abandonara un sectarismo que lo único que estaba consiguiendo era hundir la imagen de España [...] y la valoración de los bancos españoles por las agencias de rating».

«La política de los primeros meses del Gobierno del PP en el 2012 colocó a España en el principal foco de atención y desconfianza de los mercados, lo que no había sucedido hasta entonces», añade en uno de los capítulos. Es una constante la alusión a que fueron Rajoy y, sobre todo, De Guindos, quienes precipitaron el rescate por desoír, entre otros, a él mismo. Consultado por estas críticas de MAFO (el acrónimo con el que se conoce a Ordóñez), el ministerio eludió responder.

También a la política atribuye la responsabilidad de lo sucedido en las cajas: «El problema es que, durante la burbuja, mientras los políticos ocupaban las cajas, ni los gobiernos ni los Parlamentos cambiaron la gobernanza de estas». El libro deja la sensación de que Ordóñez solo pasaba por allí, no podía decidir.

En cambio, antes de la llegada del PP, la gestión de la crisis bancaria por su parte era «bastante razonable». Ni rastro de autocrítica a las carencias en supervisión y control ante casos como CCM -la primera caja intervenida-, Cajasur o la CAM, lo «peor de lo peor», que dijo en su día Ordóñez. Tampoco sobre Bankia. De nuevo, De Guindos: «La opinión pública no pudo conocer entonces que el ministro de Economía, ignorando al Banco de España y actuando al margen de este, intentó resolver él solo la segunda reestructuración de Bankia». Sostiene además que solicitó acudir al Congreso para dar explicaciones sobre ese caso, pero que el Gobierno lo vetó.

Dos únicas referencias a Galicia

Donde no hubo veto fue en el Parlamento de Galicia, adonde fue invitado dentro de la comisión de investigación de las cajas. No acudió; mandó un texto en su lugar. La otra referencia a una comunidad que fue un quebradero de cabeza por la fusión de sus dos cajas es su protesta a que la Xunta recurriera la creación del FROB por restarle competencias. Ese, el poder de las comunidades, es otra excusa que encuentra Ordóñez ante el crac de las cajas: «España tenía una legislación específica del país que fue aprovechada por los partidos políticos para ocupar y controlar las cajas nombrando a gestores incompetentes o sumisos [...] o que daba a las comunidades el poder de impedir las integraciones más eficientes y de menor coste».

No se ha podido profundizar más en esas referencias a Galicia porque Ordóñez suspendió la semana pasada la entrevista que tenía concertada con este periódico.