La crisis bancaria fuerza una reunión urgente del BCE, que no ve contagio

Cristina Porteiro
C. Porteiro REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

FRIEDEMANN VOGEL | EFE

Credit Suisse se desploma en plena operación de rescate y el SVB quiebra

18 mar 2023 . Actualizado a las 10:30 h.

Semana de vértigo en las sedes de los principales bancos del mundo. Nadie sospechaba que la quiebra del pequeño banco estadounidense (Silvergate) precipitaría un terremoto financiero global. Pero así ha sido.

La matriz del Silicon Valley Bank (SVB) declaró este viernes oficialmente la bancarrota. La entidad ha acabado quebrando por problemas de liquidez, pero las autoridades estadounidenses han garantizado todos sus depósitos.

Al SVB podría seguirle el estadounidense First Republic Bank. A pesar de que once grandes entidades financieras acordaron el jueves inyectarle 30.000 millones de dólares, el banco fue incapaz de coger aire y al cierre de esta edición se desplomaba casi un 27 % en bolsa. Ocho de cada diez dólares de capitalización han desaparecido de sus balances en el último mes.

El tsunami ha llegado hasta este lado del Atlántico. El segundo mayor banco suizo, Credit Suisse, agoniza a pesar de la intención de las autoridades del país helvético de rescatarlo. El problema es su descomunal tamaño. La entidad ha pedido 50.000 millones de euros para mantener abierta la ventanilla. Sus activos están valorados en más de 537.000 millones de euros (70 % de la riqueza que produce Suiza en un año). Unas cifras difíciles de digerir, más teniendo en cuenta que su cúpula reconoció haber maquillado las cifras contables. Por eso se están buscado alternativas. Una de ellas es que su gran rival, UBS, absorba el banco. Las dudas de este último volvieron a hundir este viernes a Credit Suisse en bolsa un 8 %.

La situación es delicada porque se trata de un banco de importancia sistémica global. Eso significa que su bancarrota podría arrastrar consigo a economías y a otros actores del sistema financiero. Solo hay 22 entidades por encima de Credit Suisse con más potencial tóxico.

Aunque bancos centrales y sector tratan de infundir confianza, los inversores están inquietos. Los clientes de la gestora de inversiones Charles Schwab, por ejemplo, movieron en solo tres días 8.800 millones desde sus fondos de alto riesgo a fondos de activos soberanos, en busca de protección, según Bloomberg.

No preocupan solo estos movimientos, también el castigo bursátil al resto de los bancos, que este viernes volvieron a cerrar en rojo en casi todas las plazas. La situación inquieta en los cuarteles del Banco Central Europeo (BCE). Tanto que su Consejo de Supervisión, con Andrea Enria al frente, se reunió este viernes de manera extraordinaria —por segunda vez esta semana— para evaluar las turbulencias en los mercados. Solo dos días antes habían solicitado a los bancos de la eurozona que examinasen su exposición a la entidad suiza, ante su posible quiebra.

«Los bancos franceses y europeos son extremadamente sólidos», reiteró este viernes el gobernador del Banco de Francia, François Villeroy de Galhau, quien atribuyó la crisis a los «malos riesgos» en los que incurrió Credit Suisse en los últimos años y no en la falta de solvencia del sistema bancario, reforzado tras la crisis financiera del 2008. El nerviosismo obligó al canciller alemán, Olaf Scholz, a intervenir: «No hay indicios de una nueva crisis en Alemania y Europa», manifestó este viernes. Lo cierto es que los analistas sí ven algunas señales. Apuntan que al pasar de un escenario de liquidez excesiva a otro escenario repentino de rigidez crediticia se puede poner en aprietos a deudores y, por tanto, a los bancos, generando desconfianza. Por no hablar del efecto arrastre que puede tener la crisis financiera en Estados Unidos. Allí, la ventanilla de la Reserva Federal está bombeando préstamos a niveles que no se veían desde la crisis del 2008. Mientras la remuneración de los depósitos siga alejada de la rentabilidad de los bonos soberanos, las peticiones de retirada seguirán aumentando.

La situación deja al BCE sin muchas opciones. El jueves encareció el precio de los préstamos medio punto, hasta el 3,5 %. La inflación —en la eurozona alcanza el 8,5 %, según Eurostat— aún está lejos del objetivo (2 %) y cada vez cuesta más enfriarla. La subyacente, que excluye del cálculo los precios de la energía y productos frescos, cerró febrero en el 5,6 %, un umbral histórico. Y eso, después de seis subidas consecutivas de los tipos de interés. Por eso el BCE evoca los temidos «efectos de segunda vuelta». Lagarde advierte de que el mantenimiento de ayudas públicas generalizadas, las subidas salariales y el aumento de los márgenes empresariales están poniendo palos a la rueda de su política monetaria, diseñada para enfriar la demanda. La confluencia de estos tres factores en un entorno de alta liquidez, propiciado por el dinero barato que ha estado inyectando el BCE en la economía en los últimos años, despierta el temor a los bautizados como «efectos de segunda vuelta», esto es, que las medidas de apoyo orientadas a mantener la capacidad adquisitiva y la demanda, acaben desencadenando un problema mayor de alta inflación crónica.

«Esto no es el 2008»

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), respaldó este viernes la decisión del BCE: «La política monetaria debe seguir siendo restrictiva hasta que haya señales claras de que las presiones inflacionarias subyacentes se reducen de forma duradera». Es más, considera que tanto en Estados Unidos como en la eurozona, «todavía se necesitan más aumentos de las tasas de interés». Así lo manifestaron sus expertos antes de admitir que esta estrategia cercenará el crecimiento en el bloque y podría, en última instancia, provocar problemas bancarios: «El aumento de la tensión en los hogares y las empresas, y el mayor potencial de incumplimiento de los préstamos, aumentan los riesgos de posibles pérdidas en los bancos», reconoció. Su economista jefe, Álvaro Santos, insiste en que «esto no es el 2008», pero admite que «sí existen riesgos y hay algunos episodios de volatilidad financiera que potencialmente podrían continuar». Eso sí, no ve riesgos sistémicos.