A Isabel la echaron del trabajo por ser lesbiana: «No me arrepentiré nunca de haberme casado con mi mujer»

ECONOMÍA

Las empresas con más de 50 trabajadores deben contar desde esta semana con un plan LGTBI para evitar la discriminación. El caso de esta gallega sentó un precedente en la jurisprudencia española hace 17 años
14 abr 2025 . Actualizado a las 08:17 h.Isabel Quintairos lleva casi veinte años casada con su mujer. Como ella, cientos de gais y lesbianas aprovecharon que en el verano del 2005 se aprobaba la ley del matrimonio igualitario para sellar un amor que todavía muchos miraban con recelo. Esta periodista se casó en el Concello de Santiago sin alardear de nada, porque se considera una persona «muy discreta», pero negándose a ocultar su deseo de pasar el resto de su vida con Rosa. Isabel estaba entonces de excedencia política de una emisora de radio de corte conservador, pero cuando decidió regresar a su puesto de trabajo, «que tenía garantizado», el panorama no fue exactamente igual al que había dejado cuando nadie en su entorno laboral conocía su orientación sexual. La echaron por ser lesbiana. Así lo reconoce una sentencia judicial pionera en España que obligó a su empresa a readmitirla tras declarar nulo su despido, alegando discriminación por haberse vulnerado sus derechos fundamentales.
Desde el jueves, las empresas con más de 50 trabajadores están obligadas a contar con un plan LGTBI que incluya medidas para luchar contra la discriminación. Para Isabel es importante hacer algo más que «manuales monos», sobre todo ahora que, considera, «estamos en un momento de regresión terrible». «Claro que creo que las cosas han cambiado, pero me da miedo la deriva que está tomando la sociedad, y no nos engañemos, aún sigue existiendo la cultura de la ocultación y personas homosexuales que se casan y no piden los días que les corresponden en el trabajo para que no se sepa su vida, es muy triste».
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Isabel tiene hoy 62 años y unas heridas sin cerrar que la han convertido en una enferma psiquiátrica. «Me destrozaron la vida para siempre, se me iban los días llorando», relata esta periodista sobre el calvario que vivió. «Cuando anuncié que volvía a mi puesto en la radio me dijeron que estaban encantados, pero la noche antes de mi incorporación me llamaron para comunicarme que habían recibido un correo de Madrid y que no podía volver. Sin más explicaciones». «Denuncié a la empresa y cuando se celebró el juicio pasó de todo. Tuve que escuchar a compañeros decirme que estaban conmigo, pero que no podían apoyarme abiertamente porque tenían que pagar facturas. ¡Como si la gente LGTBI no tuviera que hacerlo! ¡Yo me había quedado en la calle! Entiendo que el miedo es libre, pero así es como se pierden los derechos».
Cuando el fallo obligó a la compañía a readmitir a Isabel, la periodista estuvo tan solo tres días trabajando, y volvieron a despedirla, en este caso, por «razones objetivas, porque la empresa preveía pérdidas». «Se me recomendó que llegase a un acuerdo económico y eso fue lo que hice, y ya nunca más volví a trabajar como periodista».
«Entendí que mi futuro estaba en otra parte y llegué hasta a ser artesana, pero durante mucho tiempo tuve que vivir de mi mujer, de mi familia y de mis amigos». Los derroteros de la conversación obligan a hacer una pregunta incómoda, pero obligatoria, si se arrepiente esta mujer de haberse casado. «Jamás. Volvería a hacerlo una y mil veces. ¿Cómo voy a arrepentirme de hacer con mi vida lo que me dé la santa gana?».