No era esta su vocación, aunque reconoce que siempre le gustó emplear las manos para reparar un poco de todo. «De pequeño a mí siempre me gustó hacer cosas en casa, como una silla... lo que fuese. Hacía cualquier cosa con mi abuelo, mis tíos o mi papá. Siempre estábamos haciendo algo, la verdad es que en la familia tenemos cierta facilidad. Y claro, ahora sí que soy ya el manitas de la casa, imagínate», indica. Pero que nadie piense que es necesaria la experiencia o haberse puesto a hacer pinitos en el ámbito doméstico antes de iniciarse en los estudios de construcción. «Si no sabes hacer nada, también puedes cursarlos. Yo tengo amigos que nunca habían amarrado ni un martillo, uno no había puesto ni un clavo. Y, precisamente, este último está ahora en Francia trabajando y ganando un muy buen sueldo después de estudiar la FP básica. Cada quince días viene a España y después se va de nuevo, está encantado», apunta. Es esa formación más básica la que pone los cimientos, tanto para los que ya llevan algo sabido de antemano como para los no iniciados: «Ahí te enseñan todo de cero».
Hecfrank es consciente de que muchos jóvenes no tienen por delante un futuro laboral tan prometedor como él a sus 20 años. Por eso, la comparación con la situación de muchos universitarios es inevitable. «Sí, claro. Tengo amigos que se han formado en la universidad y que tienen su título, pero que están trabajando de otra cosa diferente a la que estudiaron, porque no han podido dedicarse a lo suyo. Esperemos que acaben consiguiendo un trabajo de lo que les gusta», les desea desde una de las aulas prácticas del CIFP. Mientras tanto, él se prepara con esa sonrisa que luce en la foto sabiendo que, en su caso, lo tiene asegurado.