
El centro de enseñanzas de adultos Eduardo Pondal homenajeó a sus veinte titulados en bachillerato
25 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.En un acto sencillo pero muy emotivo, el centro de enseñanza de adultos de A Coruña, la Epapu Eduardo Pondal, estrenó ayer su fiesta de graduación, la primera organizada en este instituto muy diferente a los tradicionales. Diecinueve estudiantes de bachillerato, muchos vestidos de tiros largos, otros más clásicos, celebraron su fin de curso, muchas veces tras años de trabajo y sacrificio, rodeados de sus familiares, hijos en numerosas ocasiones.
Atrás quedaron jornadas maratonianas, la sensación de no llegar, el deseo de abandonar. Ana, una de las alumnas, hizo de portavoz de sus compañeros, emocionada, agradeciendo a los profesores su fe, su confianza, sus «consejos en los momentos difíciles».
Porque en el Eduardo Pondal los profesores, y en general el personal del centro, son un elemento fundamental para que los estudiantes concluyan su formación. Con clases los lunes, martes y miércoles, y cierta flexibilidad para adaptarse a los horarios laborales, los alumnos desgranan temarios que se les hacen cuesta arriba. Filosofía es una de las materias duras, y este año, como tantos otros, hubo quien dudó de poder estar en la fiesta por culpa de los pensadores clásicos. «Hace falta mucha resilencia», reconocían tras el acto en sí los graduados, durante el pincho que se sirvió en el hall de un edificio donde está la UNED y el centro de formación de profesores (CFR).
Del centenar largo de personas presentes en la fiesta, Ángeles Roza, la directora del centro, era de las más satisfechas. La emoción que entrecortó las palabras de la alumna portavoz trasladó a la directiva, que dejó a un lado el discurso que traía preparado para dar paso a sus emociones: «¡Me siento tan orgullosa de todos vosotros! —dijo al comenzar—. Es un logro para mí teneros aquí, que salgáis a la vida con nuevos ánimos y la cabeza muy alta. Llevo catorce años de directora del centro pero la ilusión que me habéis transmitido cuando vinisteis a decirme que queríais hacer una graduación no os lo podéis imaginar. Habéis creado un hito». Pena no duda que a partir de ahora será esta una tradición más en el instituto.
Banda, diploma y orla
El salón de actos acogió la entrega de diplomas y bandas, que fue arrancando aplausos del público. Raquel, María José, Tamara, Dolores, Adrian, Camila, Paula, Alejandro, Alberto, Eduardo, Brais, Eunice, Óscar, Ariadna, Nerea, Ana, Irisdalay, Juan Alberto y Miriam saludaron uno a uno al público mientras una joven fotógrafa, Clara, hija de una de las graduadas, inmortalizaba el momento. Los titulados recogían la banda, el diploma y una orla con las fotos de la promoción.
Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el refrán, uno de los más repetidos en una jornada en la que se escapó alguna lágrima y muchos vítores. De la emoción de lo vivido dio fe la frase salida del corazón de una de las ya ex alumnas, que fue tal vez la más certera: «¡Qué merecido lo tengo!».