La urbe asturiana busca su sitio tras el ocaso de la industria
23 may 2019 . Actualizado a las 14:06 h.«Gijón no es una ciudad bonita, está en un entorno natural excepcional», describe el historiador y geógrafo gijonés Héctor Blanco. Los bombardeos de la Guerra Civil se llevaron por delante joyas arquitectónicas que los años del desarrollismo urbanístico remataron. Sin embargo, su carácter marítimo planta cara a las alturas de los edificios levantados en los 60. El paseo de San Lorenzo es la arteria peatonal que conecta con el Cantábrico. Los vecinos circulan por ella caminando, en bici o en patines aprovechando que el tiempo acompaña. Es su Riazor, aunque ellos confiesan que siempre se miran en el espejo de Santander o San Sebastián.
«Compartimos la apariencia con A Coruña -el casco antiguo de Cimadevilla es una península que recuerda a la herculina-, pero el carácter con Vigo», añade Blanco. Mientras su eterna rival, Oviedo, es la ciudad administrativa del Principado, Xixón (en asturiano) fue, con Avilés, la de la industria.
La tormenta perfecta
La reconversión afectó en los 80 al naval, a la minería, a la siderurgia y hasta a la agricultura. La acería de la multinacional Arcelor, el astillero Armon y la central térmica de Aboño son las reminiscencias de un Gijón que es historia. El sector apenas supone hoy un 19 % de su economía.
La ciudad que contemplamos, explica Blanco, es el resultado de una coincidencia «mágica» en aquellos fatídicos años. «El político con criterio da con el técnico capaz de aglutinar a un equipo excelente». Se refiere al socialista José Manuel Palacio y al arquitecto José Ramón Fernández Rañada, autores del plan urbanístico que equilibró el municipio.
Barrios «iguales»
«No hay un barrio peor que otro», alega Blanco. El saneamiento, la urbanización de las calles y la dotación de instalaciones como centros de salud o escuelas se extendió a «sin un criterio diferenciador». Fue el caso de La Calzada, donde se concentró la emigración gallega de la primera mitad del siglo XX. «Antes era tercermundista», valora el historiador. Solo las áreas de nueva creación, admite, escapan a esta planificación en la urbe portuaria de El Musel (con una costosa ampliación no exenta de polémica y de acusaciones de corrupción).
El tráfico es uno de los pros que subraya el geógrafo a la hora de analizar la circulación de la ciudad. «Tiene una acertada regulación semafórica que hace posible que apenas existan atascos», dice Blanco, que también añade que el plan de movilidad quedó en «agua de borrajas». Entre los contras, indica la reordenación pendiente de las vías ferroviarias, que parten en dos Gijón.
La fuerza vecinal
Vicente Areces fue el alcalde más emblemático de una urbe que hasta el 2011 tuvo ejecutivos socialistas. Desde entonces, gobierna en minoría Foro Asturias. «Se siguió el mismo modelo posibilista y de cohesión», dice Blanco. Una continuidad que hay que agradecer, apunta, a los colectivos vecinales y sociales, «os que marcan la agenda política». En la década del 2000 las marchas verdes tumbaron, dos veces, el fallido nuevo plan general que no se ha aprobado hasta este año.
Todo esto en una ciudad donde el servicio de agua, el transporte público (autobús) o la recogida de basuras son 100 % municipales. «Hace 40 años aquí todos teníamos trabajo. Ahora apenas hay industria y, por encima, los índices de contaminación son altos», censura el histórico sindicalista Cándido González Carnero. Todos los jueves se concentra al mediodía con un centenar de jubilados delante del Ayuntamiento. Ahora toca protestar por las pensiones.
Cándido no va desencaminado. Aunque Gijón presume de espacios verdes (el litoral asturiano es uno de los más protegidos de la costa española) y de limpieza urbana (en el puesto número 8 de la última encuesta de la OCU), Greenpeace alerta de que es la ciudad más contaminante de España por las emisiones de sus factorías.
La «economía azul» es la esperanza de la urbe. Aquí no se hizo ningún Centro Niemeyer (Avilés) ni ningún Guggenheim (Bilbao) como contrapunto a la desindustralización, sino que se reaprovecharon espacios existentes como la Universidad Laboral, que acoge el Parque Científico y Tecnológico de Gijón, que acaba de estrenar nuevas instalaciones. «Desde el 2010 hemos duplicado el número de empresas y de empleos», presume su director, Rubén González Hidalgo. «Las empresas de menos de 5 años suponen el 50 % del total de las que tenemos ahora mismo en el Centro Tecnológico, donde nos estamos especializando en la consultoría de transformación digital. Por ejemplo, para empresas del sector de la agroalimentación, con mucha presencia en Gijón y en toda Asturias», detalla González Hidalgo. Como A Coruña, quiere ser una ciudad TIC. «No es una alternativa, sino una obligación de las urbes europeas en la era digital», concluye.