Dejarse ayudar, un ejercicio de fortaleza

Teresa Molezún

ESCUELA

Los abuelos pueden ser adultos a los que pedir ayuda, ya que su experiencia y cariño pueden resultar muy positivos
Los abuelos pueden ser adultos a los que pedir ayuda, ya que su experiencia y cariño pueden resultar muy positivos Sneksy

Si te echan una mano con las matemáticas, por qué no con los sentimientos

02 dic 2025 . Actualizado a las 17:14 h.

«—¿Pedro, estás bien?

—Sí, tranquilo, no pasa nada.

—Pero últimamente te noto algo bajo, no sé, distinto. ¿Te puedo ayudar?

—¡Déjame en paz! Te he dicho que estoy bien, ¡no necesito ayuda!»

Al llegar a casa, Pedro se encierra en su habitación, preocupado. ¿Por qué le habrá contestado así a su amiga María? Él no es así. Se tumba en su cama y comienza a pensar en cuándo y cómo comenzó a sentirse mal.

«Creo que así podría describir mis últimas 5 semanas: me peleé con mi novia antes de la semana de exámenes. No puedo estudiar, estoy descentrado. Tampoco atiendo en clase; me echan varias veces. Mis padres se enteran y me castigan sin salir; no puedo ver a mi novia el fin de semana. Mis amigos me dicen que la han visto con su ex. Me celo, me enfado, me siento lleno de rabia. No soy capaz de estudiar, no tengo ganas de nada; solo quiero estar tirado en la cama. Suspendo. Mis padres me castigan. Me enfado porque no me entienden; discuto con ellos. Me quitan el móvil. Mis amigos han vuelto a ver a mi novia con el ex. ¡Buff! No puedo más. Llevo varios días sin dormir.

»Es lunes, tengo que ir al instituto, aunque tengo un nudo enorme en el estómago. Mi amigo Jorge me dice que me ve raro, si me pasa algo. Le podría contar algo, pero decido callar. ¿Cómo le voy a contar todo esto? ¡Se va a preocupar! Pasan los días, no me apetece salir, me encuentro bajo de ánimo, sin energía, casi no como. Prefiero quedarme en casa jugando a la Play. Me habla mi amiga María, preocupada por si estoy bien. La verdad es que podría compartirlo con ella, es maja y sabe escuchar, pero decido callar. No quiero parecer un chico blandito. Ya se me pasará.

»Mi madre me pide hablar. Dice que me ve raro, que está preocupada, que ya no salgo con mis amigos, que casi no como y que no duermo. ¿Qué le voy a contar? No me va a entender y no quiero que luego me esté dando la brasa. Decido seguir callando; pienso que lo que tengo que hacer es no pensar en ello y así, seguro que se me pasa.

»¡No termina de pasar! ¿Qué puedo hacer?».

Es el momento de tomar la decisión de compartirlo con alguien, con un amigo, un familiar, un profesor, tu entrenador… Lo que le ocurre a Pedro no es raro; nos pasa a muchas personas. Nos cuesta pedir ayuda, incluso cuando sabemos que la necesitamos. No es por orgullo ni por rebeldía, es porque pensamos que seremos capaces de conseguirlo nosotros solos, pero esto no siempre es así. A veces el primer paso para sentirse mejor es atreverse a decir «no puedo solo», atreverse a pedir ayuda y a dejarse ayudar.

El hecho de hacerlo no significa que seamos débiles o incapaces. Al contrario, significa que somos conscientes de lo que nos está pasando y que decidimos enfrentarlo y resolverlo para sentirnos mejor.

No nos cuesta , cuando se nos estropea el móvil o cuando no entendemos algo en clase… ¿Por qué no hacerlo cuando nos sentimos mal?

Pedir ayuda y dejarse ayudar es una habilidad de las personas fuertepedir ayuda cuando el problema es de matemáticass y emocionalmente maduras. Es posible que no resuelva el problema de inmediato, pero compartirlo nos permite a tener otras perspectivas y nos aligera el peso de lo que nos preocupa para continuar acompañados al enfrentarnos a esa situación. 

  • Reconoce tus límites. Nadie puede con todo siempre. Saber cuándo pedir o aceptar ayuda es señal de madurez, no de debilidad.
  • Cambia la perspectiva. Aceptar ayuda no te quita mérito ni independencia, todo lo contrario.
  • Empieza poco a poco. No hace falta contarlo todo: prueba a compartir algo pequeño y observa cómo te sientes.
  • Elige bien a quién se lo cuentas. Busca a alguien te escuche sin juzgar, y que te ayude sin imponerse.

Dejarse ayudar significa confiar, abrirse y reconocer que no tenemos por qué hacerlo todo solos. Porque entre emociones y decisiones, aprender a pedir y a aceptar ayuda también es una forma de fortaleza.

Y tú, ¿cuándo fue la última vez que pediste ayuda?

Teresa Molezún es socia de Catemo Educación.