El Estatut lo salvará Zapatero

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

Crónica política

20 may 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Inquieta a los nacionalistas catalanes que el parto del Estatut dependa en buena medida de un político leonés, de paso por la Presidencia del Gobierno español, porque no bastan las propias fuerzas. Nadie saca partido de esa contradicción que debilita enormemente el supuesto clamor nacionalista catalán y desacredita el manido argumento de que «el 89% del Parlamento catalán lo exigía», es decir, todos menos el PP. En el Parlamento sí se dio ese porcentaje, pero en la opinión pública para nada. En consecuencia, algo no se ajusta en la representación política de los catalanes. Hay una especie de «burbuja nacionalista», primada en exceso en la política y los medios, que desfigura la realidad. Claro que hay muchos ciudadanos nacionalistas, pero otros son sólo catalanistas, que no es lo mismo, mientras que un amplio sector de población catalana no es una cosa ni otra. Para entendernos con apellidos: Carod es nacionalista independentista, Maragall nacionalista socialista, Montilla sólo catalanista, Boadella antinacionalista, como casi todo el PP catalán menos Piqué , y algunos cientos de miles de catalanes, o quizá algunos millones, nada de nada, simplemente ciudadanos que viven allí. En ese debate sobre la burbuja nacionalista habría que darle micrófono al director de teatro Albert Boadella en vez de tratar de desacreditarlo, como a veces se hace. Promotor del grupo Ciutadans de Catalunya junto con Arcadi Espada , el profesor Francesc de Carreras y otros, Boadella abarrotó recientemente un teatro en Madrid y salió al escenario con una bata de médico: «Para hablar de mi tribu y de paranoias varias». La carcajada mayor la ganó esta frase: «Igual que hay personas que de pronto se creen que son Napoleón , en mi tribu hay un grupo muy amplio de gente que de un día para otro se han creído que son una nación». El viernes por la noche, Zapatero se fue a la Cataluña profunda, a Gerona, un vivero de votos de Esquerra Republicana, a defender el Estatuto catalán, para desconcierto nacionalista. Desconcierto porque se suponía que su tirón estaba sólo en el cinturón de Barcelona entre la población de origen inmigrante, en esos 865.000 ciudadanos de Cataluña (el 14% de la población) que nacieron en Andalucía como Montilla y Manuela de Madre , más los gallegos, los aragoneses, o los leoneses, como Luis del Olmo . Zapatero preocupa con su éxito en Gerona a los nacionalistas al comprobar que es cierto lo que ha escrito Enric Juliana , que «es el primer presidente del Gobierno español que ha entrado en la sociedad catalana por la vía emocional, algo que no consiguieron ni Suárez , ni Felipe González », presidentes muy valorados en Cataluña a diferencia de Aznar . Aznar básicamente hizo de polo del arco voltaico político para crecer y hacer crecer en el otro a Carod-Rovira. Ambos lo saben, aunque sólo Carod reconozca, en privado, lo bien que le vino la hostilidad aznariana. En esa conexión emocional de ZP con los catalanes lo ha ayudado, desde luego, su militancia barcelonista, que lleva sin complejos hasta en foros presuntamente madridistas. Las victorias consecutivas en la Liga y en la Copa de Europa lo han amplificado. Aunque en París declaró calculadamente a los medios: «Llevamos una buena racha, con Fernando Alonso , Nadal , el Sevilla, hoy el Barça y pronto la selección española». Pero igual que se reivindica que «el Barça es mes que un club », la conexión emocional de ZP con Cataluña es más que el Barça. No en vano es el político más valorado allí. Y la preocupación nacionalista no es sólo porque el Estatut tenga que sacarlo a flote él - lo que permitirá seguir divulgando lo del clamor nacionalista sin reajustes-, sino que el impulso pueda traducirse en una escalada de voto socialista en Cataluña. Que sea en las elecciones españolas, vale, porque aleja del Gobierno al PP, pero en las catalanas es más peligroso porque daría la Presidencia de la Generalitat a un socialista. Así que el dilema electoral para noviembre es ahora mismo «Mas, presidente, y Montilla, primer consejero». O al revés. Y podría ser «Montilla, presidente de un tripartito con el sarampión curado», si es que los de Esquerra están por la cura. Seguro antinacionalista «Hay artículos en el Estatut que son pura concesión a Esquerra para mantenerla en el sí. Si llegamos a saber que faltaría al compromiso, esos pasajes nos los hubiéramos ahorrado», comenta a La Voz Santiago de Torres , influyente delegado de la Generalitat en Madrid. En parte los echaron por eso y la opinión pública catalana lo premia en las primeras encuestas. A partir de ahí y de lo sucedido en Andalucía con su Estatuto sería aconsejable que los partidos estatales contrataran una especie de seguro antinacionalista para casos de incumplimiento en futuras negociaciones estatutarias. «Nos pasa lo mismo que a los socialistas catalanes -afirma un colaborador directo de Manuel Chaves - porque lo de ''la realidad nacional andaluza" es una mera concesión al Partido Andalucista para mantenerlo en el sí. Ahora se ha sumado al PP en el no, aunque por otras razones». Todavía hay posibilidad de arreglarlo en Madrid, pero la cruz de esa «realidad nacional» andaluza ya la llevan en la procesión parlamentaria. De paso que arreglen el «preámbulo» del Estatuto, que es la pieza más cursi de la literatura política en lo que va del siglo.