La ex europarlamentaria puso fin a 30 años de militancia socialista por sentirse poco valorada.
03 sep 2007 . Actualizado a las 14:55 h.Desleal y egoísta, para sus críticos; heterodoxa y valiente, para sus valedores. Rosa Díez se ha hecho merecedora de ambas etiquetas tras su más que anunciada baja en el PSOE para aterrizar en el embrión del nuevo partido que impulsa ¡Basta ya!. No hubo sorpresa porque era cuestión de tiempo que la política vizcaína abandonase las filas socialistas. Alega desacuerdo con la estrategia antiterrorista y territorial de José Luis Rodríguez Zapatero para justificar el portazo, pero dentro del partido nadie duda, desde el secretario general al militante más novel, que un gran afán de protagonismo está detrás de la hojarasca de las palabras.
El suyo es un ejemplo de libro del camaleón político. Defensora de las esencias del partido y aparatera aplicada en la década de los noventa, se convirtió en detractora de la línea oficial y voz indisciplinada durante los últimos años. Pasó de ser la figura emergente del PSOE y paladear las mieles del elogio a vivir en la soledad de los apestados. ¿Qué ocurrió para semejante transformación?
Rosa Díez se dio a conocer fuera de Euskadi con su paso por la Consejería de Comercio y Turismo del Gobierno de coalición nacionalista y socialista que presidía José Antonio Ardanza. Su campaña de 'Ven y cuéntalo' para ensalzar las bondades de la vida entre los vascos no pasó inadvertida. Se mostró muy crítica, quien lo iba a decir ahora, con la decisión de abandonar el Ejecutivo de Vitoria en 1998 ante las evidentes veleidades del PNV con Herri Batasuna y ETA. Compitió con Nicolás Redondo Terreros, al que entonces denostaba aunque después fue su estrecha pareja de baile, por la candidatura del PSE para las elecciones vascas y perdió por el canto de un duro.
Joaquín Almunia la rescató para la política nacional y fue la cabeza de lista del PSOE para los comicios europeos de 1999. El entonces líder del PSOE llegó, incluso, a sugerir que podía ser su sucesora. Esos halagos sumados al excelente resultado, más de siete millones de votos en plena penuria socialista, quedaron archivados en la memoria de Rosa Díez. Pensó que aquel respaldo ciudadano debía tener reflejo partidario y un año después optó a la Secretaría General de los socialistas. Recibió un sopapo inapelable, apenas el 6% de los votos, en el congreso que entronizó a Rodríguez Zapatero.
La que pensaba ser «la solución» para el PSOE se sintió infravalorada y despreciada por su partido de toda la vida.
Comienza un acercamiento a las plataformas cívicas vascas, de las que años antes había sido una severa crítica porque en su mentalidad de integrante del 'aparato' socialista era impensable tomar iniciativas políticas al margen del partido. Tampoco es recibida con los brazos abiertos sino con el recelo de quienes veían en aquella aproximación un gesto de conveniencia, no en vano Rosa Díez había sido una firme defensora de la cúpula del Ministerio del Interior condenada por los GAL.
Maridaje y divorcio
Sintoniza poco a poco con los promotores de ¡Basta ya! hasta que el asesinato de Joseba Pagazaurtundua el 8 de febrero de 2003 selló el maridaje. La victoria electoral de Rodríguez Zapatero fue, en cambio, el preludio de su divorcio con el PSOE. Su posición en el partido es cada vez más incómoda. Rompió con el PSE tras un postrer intento de hacerse con el liderazgo de los socialistas vascos en el congreso de marzo de 2002, en el que fue derrotada por Patxi López.
Se considera relegada y sin galones en Bruselas.
Rosa Díez, desde los primeros meses con Rodríguez Zapatero en La Moncloa, desprecia y combate la estrategia antiterrorista y territorial del Gobierno socialista, mientras brillan por su ausencia las críticas al PP. Es una incondicional de las manifestaciones de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, organización para la que su partido es un aliado de ETA. Calla ante esas acusaciones. «Es más de los nuestros que la gaviota», confesó hace poco un diputado popular vasco.
Vio el cielo abierto y la oportunidad de ser valorada como cree que merece con el anuncio del nuevo partido de ¡Basta ya!. La versión oficial es que no ha tenido nada que ver con la maduración de la idea ni con los preparativos del lanzamiento, pero todo hace pensar que ha sido la muñidora en la sombra. Así lo creen, al menos, los socialistas. «Si no es por ella el partido no sale», dice también una persona cercana a la política vizcaína de 55 años.
Haya estado en la sala de máquinas de la aún nonata formación o no, ha encontrado el vehículo a medida que ansiaba para desempeñar un papel en la política nacional. Y desembarcará como candidata a presidenta del Gobierno aunque sabe que ya será un éxito lograr un escaño en la carrera de San Jerónimo.