La nieve y el paro hielan España

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

La resistencia de los ciudadanos es de admirar en un momento en el que la crisis económica se suma a un panorama político plagado de vergonzosos reproches

11 ene 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El caos de Madrid y del centro de España, como consecuencia de una nevada, ha servido para que las distintas Administraciones se enzarzaran en una cadena de reproches penosa, de las que restan credibilidad a la eficacia política.

Con Magdalena Álvarez, que no se pierde una crisis, la Comunidad de Madrid con Esperanza Aguirre clamando contra Fomento para tapar lo suyo y Alberto Ruiz-Gallardón intentando que la opinión mirara a otro lado y no al Ayuntamiento, la nevada del viernes advirtió a la ciudadanía, de nuevo, de que no hay coordinación ni previsión para el caso de catástrofes. Incluso catástrofes leves, como supone una nevada. ¿Tiene sentido que el aeropuerto de Madrid tenga solo una máquina quitanieves para 16 kilómetros de pistas? Los usuarios de Barajas están desquiciados: al azote de los pilotos del Sepla y de los controladores sospechosamente griposos, se le unió la nieve. Solo faltaba esto. Un empresario madrileño sugería el jueves: «Aquí se hace un plan para despedir a los pilotos de Iberia, cueste lo que cueste, y lo apoyan los ciudadanos». El viernes, después del caos de la nevada, quién sabe si hubiera ampliado la lista de colectivos a despedir.

Pero la cola del paro en las oficinas y la política hielan más que la nieve. Pasamos de los tres millones de desempleados en España y solo un milagro puede evitar que se llegue a cuatro en este mismo año, cifras escalofriantes. «El 2009 será duro», ha concedido el siempre superoptimista Zapatero. «Que el Gobierno tome decisiones de una vez», pide Mariano Rajoy entre acusaciones de que él no toma las que le corresponden. La capacidad de resistencia de la ciudadanía resulta admirable, porque a los rigores de la crisis debe sumar un panorama político poco confiable.

Hay incluso situaciones absurdas, como la del juicio al lendakari Ibarretxe, acusado de reunirse con Batasuna en plena tregua de ETA. Ibarretxe es el que pide que el juicio no se suspenda y sueña con que dure para que la torpeza ajena le haga la campaña electoral gratis y se olvide su nefasta gestión en esta última legislatura. Menudo regalo supone que a un nacionalista vasco se le juzgue por un tribunal del Estado español en vísperas electorales.

Para acabarlo de arreglar, Aznar cabalga de nuevo. Con una crisis mundial como la que se vive y las esperanzas de la ciudadanía puestas en el nuevo presidente de Estados Unidos, Barak Obama, Aznar vaticina, antes de que tome posesión, que «su gestión económica será un desastre». Se puede ser amigo de George Bush y estarle muy agradecido, pero nadie, que se sepa, en todo el planeta ha hecho declaraciones tan desafortunadas calificando la elección de Obama como un «exotismo histórico». Si Bush amparó una política financiera piramidal que ahora se ha derrumbado y ya se anuncia un desastre a manos de quien lo sustituye, ¿dónde sacar la esperanza?

Pero además de semejante incursión en la escena internacional, el ex presidente del Gobierno se muestra activo también en la política interna, como ha demostrado con el fichaje de María San Gil como asesora en la FAES, la fundación que preside y que nadie sabe con certeza el papel que juega en la financiación del PP. Ese fichaje se lo echaron en cara a Rajoy en una rueda de prensa pero salió airoso: «Yo hubiera hecho lo mismo». Están por ver los planes de Aznar con la ex presidenta de los populares vascos, disgustados por ese hecho y por el nombramiento de Mayor Oreja como cabeza de lista para Europa, porque ya tenían a María y a Mayor amortizados.

Pero hay algo positivo para el PP: es mejor tener a María San Gil cerca y controlada. El riesgo, de lo contrario, sería que en la víspera de las elecciones europeas pudiera aparecer apoyando a su amiga Rosa Díez, percibida en las encuestas como alguien capaz de quitarle a los populares algunos eurodiputados. Cualquiera sabe los planes de Aznar para el futuro con María a su lado, pero a corto plazo, por más que inquiete a la dirección de Génova, la decisión de Aznar más bien es beneficiosa. A largo plazo se verá, porque quien hace declaraciones como las referidas a Obama es capaz de cualquier ocurrencia.