Los forenses turcos culpan a España de los errores en el caso del Yak-42

Mateo Balín

ESPAÑA

El tribunal aceptó el testimonio de los peritos propuestos por las familias, que había desestimado en marzo

16 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Los forenses turcos que ayudaron a identificar los cadáveres de los militares del Yak-42 declararon ayer ante el tribunal que juzga los errores en las filiaciones de 30 de ellos que el general médico Vicente Navarro, principal acusado, les «prometió» que practicaría las autopsias de los cuerpos sin reconocer cuando llegasen a España. Una labor que finalmente no se hizo y cuya posibilidad tampoco fue comentada a los familiares de las víctimas, que se llevaron los féretros de los suyos tras concluir el funeral de Estado.

La presencia como testigos de los forenses turcos fue recibida con aplausos por los asistentes a la vista pública. El 31 de marzo, el presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, había desestimado sus testimonios, como pedían la Fiscalía y las acusaciones particulares, por «irrelevantes». Sin embargo, ayer reconsideró su postura con la justificación de que, en un juicio de estas características, «se pueden proponer nuevas o sorpresivas pruebas».

Tanto Bulent Sam como Omer Muslumanoglu aterrizaron por su cuenta y riesgo en Madrid la noche anterior. No sabían si su presencia iba a cambiar la opinión del tribunal, pero decidieron coger el avión desde Estambul atendiendo a las demandas de los familiares. Querían «salvar su honor» y defenderse de las acusaciones del general Navarro, que en su declaración les imputó mala praxis.

Sus testimonios, por lo tanto, eran muy esperados y no decepcionaron. Ambos fueron desmontando, uno a uno, los argumentos de defensa del oficial médico y sus dos subordinados, el comandante José Ramírez y el capitán Miguel Sáez. La Fiscalía decidió mantener su petición de condenas para ellos: cinco años de prisión para el general Navarro, y cuatro años y medio para sus colaboradores.

Los forenses vinieron a incidir en «las prisas» que tenía el general Navarro para acabar «cuanto antes» las identificaciones y firmar las repatriaciones para llegar al funeral de Estado que se iba a celebrar horas después en la base de Torrejón de Ardoz (Madrid).

«Insistieron en llevárselos, dijeron que no podían esperar a los resultados de ADN de los cuerpos sin reconocer», respondió Bulent Sam, jefe de los especialistas trucos. «¿Les dieron alguna razón?», inquirió el fiscal. «Que el avión esperaba y que tenían que llegar al funeral de Estado; nos prometieron que los acabarían de identificar en España, que ellos se responsabilizaban», concluyó el forense.

En el ambiente de la vista flotaban las declaraciones que días antes había formulado Bulent Sam a un diario, en las que aseguraba que el general Navarro «iba borracho» durante el proceso de filiación de los cadáveres. Un comentario que ratificó a preguntas de la defensa del principal acusado: «Estaba consciente para trabajar, pero olía a alcohol y eso lo vio todo el equipo», señaló.

Los dos forenses contradijeron el testimonio del militar al asegurar que el acta de entrega de los cadáveres «fue traducida al español» por el intérprete del consulado en Estambul.

El general Navarro había declarado que «mentiría» si hubiera firmado el acta a sabiendas de que había cuerpos sin identificar.