Seísmo modesto, pero catastrófico

Por Raúl Romar

ESPAÑA

La poca profundidad del foco, la escasa distancia de la población respecto al epicentro y su tipo de suelo explican por qué el terremoto de lorca ha producido más daños que el de Triacastela, de similar magnitud, pero solo el incumplimiento de las normas de sismorresistencia justifica los elevados daños

15 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Los geólogos aún no salen de su asombro. ¿Cómo un modesto terremoto de magnitud 5,2 en la escala Richter ha provocado el desastre que ha causado en la ciudad de Lorca? Más extraño aún les resulta el hecho de que en absoluto se trata de un accidente inesperado. Tanto Lorca como la región murciana y el Levante español y el sur de Andalucía son las zonas de España con mayor actividad sísmica en las que, más tarde o más temprano, se esperaba un terremoto de esta magnitud e incluso superior, hasta alcanzar la magnitud de 6,5. Las preguntas que se hacen entonces los expertos son otras: ¿por qué no se han tomado medidas de educación entre la población para minimizar el riesgo? Y, sobre todo, ¿por qué no se han aplicado, o si se ha hecho ha sido de forma deficiente, las normas de sismorresistencia en los edificios?

Hay, sin embargo, razones objetivas que explican que la intensidad del levantamiento de tierras haya sido superior a lo que correspondería a su magnitud y en las que habría que encontrar las razones de por qué en Lorca se ha producido tal desastre cuando en Triacastela (Lugo), con un terremoto prácticamente idéntico en magnitud (5,1), apenas se produjeron daños en las viviendas.

Probablemente uno de los factores más decisivos haya sido la escasa profundidad del seísmo. O lo que es lo mismo, la poca distancia entre el origen del foco en el subsuelo con respecto a la superficie. Aunque el dato no está confirmado, su profundidad pudo haber sido inferior a los diez kilómetros. «Con tan poca distancia, la energía liberada apenas ha tenido tiempo de atenuarse», explica Javier Álvarez Pulgar, catedrático de Geología en la Universidad de Oviedo y coordinador para la zona del noroeste del proyecto Topo Iberia, que lleva a cabo una actualización de la actividad sísmica en España. En ningún caso, sin embargo, la distancia es de un kilómetro, tal y como se había comentado en un principio, ya que si así fuera quedarían grietas y vetas en superficie. En Triacastela, la profundidad del hipocentro fue de 12 kilómetros.

Otro hecho decisivo fue el epicentro del terremoto en superficie, que se manifestó a apenas tres o cuatro kilómetros de Lorca, que está situada justo encima de la falla de Alhama de Murcia. Triacastela, por contra, se encontraba a más de diez kilómetros del epicentro. Otro aspecto decisivo es el tipo de suelo. El de Lorca, arenoso y de grava, aumentó la onda sísmica, mientras que el granítico de Triacastela mitigó su impacto. «En xeral, os terreos soltos teñen tendencia a amplificar a dimensión das ondas», señala Pablo González, geólogo de la delegación gallega del Instituto Geológico y Minero de España. «Son tipos de suelo que ante movimientos sísmicos tienen un comportamiento plástico, cuasi líquido, lo que agrava el riesgo de daños y colapso de edificios», abunda Luis Suárez, presidente del Colegio Oficial de Geólogos.

Pero estas razones, por sí solas, son insuficientes para explicar la gravedad de la catástrofe. «Todo esto no explica los daños, y menos en una falla muy conocida en la que se sabía lo que iba a pasar», argumenta Álvarez Pulgar. Y menos aún se entiende, a su juicio, que en algunos edificios se produjera un colapso total. «La ciudad no estaba preparada para el terremoto y esto significa que algo ha fallado: o la normativa de sismorresistencia de los edificios estaba mal, o no se ha aplicado», concluye Pulgar.