Su negro balance, salvo en derechos civiles, deja el camino expedito al PP, que necesitará del PSOE para las reformas
25 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Todo en la política española huele a fin de etapa. Y en la economía financiera internacional, a fin del mundo. Es admirable la resistencia psicológica de la ciudadanía, que después de desayunarse con titulares catastrofistas es capaz de salir a la calle, trabajar y vivir casi como si no estuviera pasando nada.
El PSOE se aleja del poder. Ya emprendió su viaje hacia los mares revueltos de la oposición en mayo, antes en las elecciones catalanas, y difícilmente resistirá el tsunami popular el próximo 20-N. Rubalcaba ha movilizado a Felipe González, como quien llama a los reservistas, para activar esos tres millones y medio de votos que se fueron definitivamente o que dudan en concederle su confianza. Pero mucho tendrá que moverse Felipe por España para recuperar a los desencantados por Zapatero y por la crisis, todo hay que decirlo. Si el cataclismo económico hubiera sorprendido al PP en el puente de mando, las cosas irían justo al revés.
El Partido Popular se acerca al poder. Y en consecuencia tiene que hablar. Recordando la campaña de Cameron en la que solo bajaba en las encuestas cuando hacía declaraciones, Rajoy pasea, sonríe, se fotografía y habla lo menos que puede. Cierto es, sin embargo, que algunos de los nuevos gobernantes autonómicos del PP hablan por él: María Dolores de Cospedal en Castilla-La Mancha o Bauzá en Baleares, encabezan la toma de decisiones sin anestesia. Otros rectifican para llenar el expediente, como Sanz en La Rioja o Herrera en Castilla y León; los recién llegados al poder en Cantabria y Extremadura toman la temperatura a su región mientras que los gobernantes populares en Murcia y Valencia, con problemas mayores de lo que reconocen, aparecen como bloqueados. El portavoz del Gobierno, José Blanco, lanzó un misil dialéctico con impacto en Murcia, el pasado viernes, al denunciar que es incomprensible que aquella comunidad no haya tramitado las ayudas a los damnificados del terremoto de Lorca. Los fondos están preparados.
Todo huele a fin de etapa también en el mundo violento de ETA. El comunicado de los presos pidiendo que cese la violencia y reclamando una amnistía, en vez de soluciones individuales, era impensable hace solo unos meses. De ese paso al fin de ETA, cuya disolución no piden, hay un buen trecho, pero es absurdo no valorar la importancia del gesto y el síntoma de reconocimiento de derrota sin paliativos que supone. Tanto dolor causado, casi mil vidas segadas y familias destrozadas para reconocer medio siglo después que por esa vía no se va a ninguna parte, salvo a la cárcel.
Y huele a cambio de ciclo en el mundo empresarial. Con las pérdidas en Bolsa de las empresas, hoy cambiarían de manos en buena medida si hubiera crédito disponible. Toca hacer balance. Un conocido directivo resumía con crudeza la situación del mapa mediático tras ocho años de Zapatero. «ZP ha imitado la política mediática de Aznar -denunció- solo que Aznar tenía unos amigos y ZP otros». Balance definitivo en este fin de etapa: menos cohesión territorial que hace cuatro años, menos cohesión económica y menos cohesión en el PSOE. Solo en derechos civiles ZP aportó avances significativos.
Con todo, se asienta cada vez más la idea de que, aunque el PP obtuviera la mayoría absoluta, necesitará mucho del Partido Socialista. Hay mucho por reformar y mucha responsabilidad y confianza por recuperar.