Gonzalo Moliner Tamborero, castellonense de 68 años recién cumplidos, con más de cuatro decenios de experiencia profesional a sus espaldas, y de momento presidente de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo, se convertirá en cuestión de días en la primera autoridad judicial de este país en uno de los momentos más críticos para el tercer poder del Estado. Distintas fuentes de la judicatura, incluso afines a la asociación que respaldaba el candidato alternativo, coinciden en señalar que se trata del mejor de los posibles en las actuales circunstancias.
Es un hombre muy apreciado en el Tribunal Supremo, a donde llegó hace ya 14 años procedente de Valencia. Conoce a la perfección el órgano de gobierno de los jueces, ya que fue director de la Escuela Judicial.
Su talante progresista moderado le puede ser de gran utilidad para afrontar los embates del hiperactivo ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, y para frenar sus intentos de intervención del Consejo General del Poder Judicial. En esta tarea le puede ser de gran utilidad el mantener en la vicepresidencia, como amortiguador, a Fernando de Rosa, hombre muy próximo a Gallardón.
A su talante progresista, muy crítico con los recortes sociales en curso, se le une extraordinaria capacidad de trabajo que contrasta con la nula de su antecesor y que, sin duda, restará protagonismo a los actuales poderes fácticos del Consejo.