Las dudas persisten, advierten los allegados: «¿Qué había tras las subcontratas?»
26 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.El 26 de mayo del 2003 el avión Yakovlev-42 que transportaba de regreso a casa a 62 militares españoles tras cuatro meses de misión en Afganistán se estrelló contra una ladera del monte Pilav, cerca de la ciudad turca de Trebisonda. No hubo supervivientes. Desde entonces han transcurrido diez años de dolor, de ausencia de padres, de maridos, de hijos. Pero también de indignación ante lo que para sus familiares significó un accidente evitable primero, un engaño después y una injusticia ahora.
Lo que ocurrió tras el siniestro es una historia conocida. Errores en la identificación de los cuerpos, rechazo de responsabilidades, conocimiento de subcontratas para el alquiler de una aeronave en pésimo estado o reticencias de la aseguradora a afrontar sus pagos. Nada estuvo acompañado de dimisiones y declaraciones de disculpa.
Ha sido un decenio de travesía por el desierto en los juzgados. Aun así los familiares no renuncian a la lucha para que se reconozca el sacrificio de los suyos y el calvario que ellos mismos han tenido que padecer. «Tengo la sensación de que España entera sabe lo que pasó y que sobre la muerte de los 62 jóvenes que fallecieron en nombre de su país no se ha hecho Justicia», afirma María Menéndez, viuda del comandante Antonio Novo Ferreiro, fallecido con 40 años y padre de dos hijos. La opinión de María es compartida de forma unánime entre las víctimas. La viuda del comandante José Antonio Fernández, Rosario Benítez, madre de dos hijos, no deja de plantearse: «¿Por qué los responsables de velar por su seguridad les abandonaron?, ¿qué había tras las subcontratas?».
Tanto María como Rosario creen que «no hay que ser muy listo para entender que si no se da la oportunidad de que se celebre un juicio por la mayor tragedia en la historia de las Fuerzas Armadas debe ser a que hay mucho que ocultar». Las familias coinciden en atribuir al PP buena parte de la opacidad que ha reinado los últimos diez años. «El caso se archivó una semana después de que llegaran al poder» en diciembre del 2011, denuncia la viuda de Novo, quien prefiere no hablar sobre los políticos para no decir cosas de las que después se podría tener que arrepentir. «Han faltado el respeto a los nuestros y en el décimo aniversario de su muerte no hay siquiera un homenaje o un acto oficial. Ellos no se merecen esto», añade Rosario.
Las Fuerzas Armadas tampoco han estado a la altura, opinan ambas. Para la viuda de Fernández «han mirado hacia otro lado». Más dura se muestra María: «La mayoría de los militares han desaparecido. Después de vivir entre ellos 20 años se han alejado porque estar cerca de una viuda que lucha por la injusta muerte de su marido les resulta incómodo. Excepto cuatro valientes que siguen a nuestro lado». Para políticos y militares, concluye, «el Yak y sus familias somos un tema tabú».
El sargento Francisco José Cardona era uno de los ocupantes. Su padre, Paco, recuerda que al sufrimiento de su muerte se añadió el de enterrar a alguien que no era él. «Durante 18 meses tuvimos un cuerpo que no era el de mi hijo», recuerda. Cuando salió a la luz que 30 fallecidos habían sido mal identificados, devolvió el cuerpo. Él recibió una urna; la otra familia había optado por la incineración.
DIEZ AÑOS DEL ACCIDENTE AÉREO DE TURQUÍA EL OLVIDO DE LAS VÍCTIMAS