Carlos Fabra: El gran cacique de Castellón al que el presidente del Gobierno calificó de «ciudadano ejemplar»

J. Á. F. REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

02 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Carlos Fabra Carreras, castellonense, 68 años, 24 de ellos -1987-2011- como presidente de la diputación provincial, encarna el clásico patrón de cacique que utilizó el poder político para extender sus redes hasta controlarlo todo en la provincia. Pertenece a la quinta generación de presidentes de la Diputación de Castellón. El primero de ellos fue su tío-tatarabuelo Victorino Fabra Gil, conocido como el abuelo Pantorrillas, que presidió la corporación provincial de 1874 a 1892.

Quienes le conocen personalmente dicen que en la distancia corta es afable, socarrón, simpático y divertido. Incluso le gusta contar chistes. «Veo yo más con un ojo que la oposición con dos», dijo en una ocasión.

Supo cultivar sus relaciones cuando el matrimonio Aznar-Botella convirtió Oropesa (Castellón) en su primer destino vacacional cuando en los noventa llegaron al poder, y aprovechó el control que ejercía en la provincia a la hora de alcanzar acuerdos con los líderes del Partido Popular en Valencia, Eduardo Zaplana y Francisco Camps. Todos le debían rendir pleitesía para garantizarse la estabilidad.

Fue de los que se decantaron por Mariano Rajoy en el congreso de Valencia celebrado en el 2008 frente a quienes empujaban al exministro castellonense Juan Costa. Semanas después, cuando ya estaba imputado, Mariano Rajoy se refirió a él como «ciudadano y político ejemplar».

Obras faraónicas

Tanto a Fabra como a otros próceres del PP valenciano siempre le gustó presumir de grandes obras faraónicas: el parque temático Mundo Ilusión, la universidad virtual de Frank Gehry, un centro de convenciones diseñado por Santiago Calatrava, la Ciudad de las Lenguas? o la gran urbanización Marina d?Or, en cuyo entorno se construirían hasta 16 campos de golf convirtiendo a Castellón en uno de los principales destinos turísticos del mundo. Gastaron millones vendiendo anteproyectos y diseños, pero el único que vio la luz de todos sus sueños fue el aeropuerto de Castellón, donde se han enterrado 200 millones de euros. Nunca recibió aviones, pero resulta de gran utilidad para el paseo de los abuelos.

Sobre Fabra recae la sospecha de haber cobrado comisiones por realizar durante años todo tipo de gestiones de intermediación. Incluso creó una empresa en 1999, Camarcas S.L., supuestamente para cobrar por estas gestiones.