
Los dos partidos mayoritarios se preparan para ser los últimos en las autonómicas del 27S
15 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.PP y PSOE, aunque desgastados, son y serán después de las próximas elecciones generales los dos grandes partidos de la escena política española. En Cataluña, en cambio, están condenados a ser actores secundarios después de los comicios del 27S. El proceso soberanista y las fuerzas políticas emergentes han acabado con el protagonismo que tenían en ese territorio, sobre todo los socialistas. El PSC va a pasar de ser un partido de gobierno a mero comparsa, mientras que el PP volverá a ser lo que era hace veinte años, el penúltimo de la fila.
Pero no siempre ha sido así, sobre todo en lo que al PSC se refiere. Desde las primeras elecciones autonómicas en 1980, los socialistas han sido la segunda fuerza política de Cataluña, e incluso en 1999 y 2003 con Pasqual Maragall al frente fueron la fuerza más votada y durante siete años hasta el 2010 gobernaron en coalición con Esquerra e Iniciativa. El socialismo catalán siempre ha sido una olla a presión en la que convivían progresistas acomodados con veleidades nacionalistas, con inmigrantes de izquierda sin el menor espíritu identitario. Los primeros, con Narcís Serra o Maragall como estandartes, eran primos hermanos de Convergència; y los segundos, devotos de Felipe González, hijos del PSOE. Esta convivencia no siempre fue cordial y exigió un funambulismo político poco comprensible fuera de Cataluña.
La ola independentista que barre la política catalana desde hace tres años afloró todas las contradicciones del PSC, hasta entonces ventiladas de puertas para adentro. El sector nacionalista, expulsado o porque quiso, abandonó el barco. El socialismo catalán, además, no fue ajeno a la profunda crisis del PSOE tras los mandatos de Zapatero. La consecuencia es que el partido que ahora lidera Miquel Iceta aspira no más a ser la cuarta fuerza más votada. Los socialistas se preparan para obtener el peor resultado de su historia en Cataluña.
El PP nunca tuvo el protagonismo del PSC, pero consiguió ser un partido a tener en cuenta desde 1999. El debate independentista pareció en un primer momento favorable a sus intereses, de hecho en las últimas elecciones, las del 2012, logró su máxima representación en el Parlamento catalán. Pero fue un espejismo.
La actitud, para unos inflexible y para otros tibia, de Mariano Rajoy en la consulta del 9N alimentó las deserciones en las filas del PP catalán. El desgaste de su presidenta, Alicia Sánchez Camacho, tampoco contribuyó a mejorar la situación. Pero sobre todo la irrupción de Ciudadanos, con un discurso nuevo desde las mismas posiciones constitucionalistas y un líder creíble, dio la puntilla a las aspiraciones de crecimiento del PP. La esperanza en que el cambio de candidato con Xavier García Albiol cambiara las tornas con un discurso de españolismo rotundo parece que ha tenido un éxito limitado. Los populares están casi resignados a volver a ser la quinta fuerza política del próximo Parlamento de Cataluña, con el agravante de que dejarán de ser el referente de la unidad de España, un rol que corresponderá a partir del 27S a Ciudadanos.