El grupo de tunos apostado desde el mediodía a la puerta de la Asamblea de Madrid esperando la llegada de Cifuentes reflejaba la excepcionalidad de la comparecencia de la presidenta madrileña. La expectación era máxima. Por una vez, el grueso de los periodistas especializados en el área política abandonaban el Congreso de los Diputados, en la zona noble de la capital, para poner rumbo a Vallecas, al otro lado de la M-30, la carretera que informalmente sirve para diferenciar el centro del resto de la ciudad. Hace años se decidió que el edificio que alberga la Asamblea madrileña se levantaría en esta zona como muestra de cariño hacia un barrio que en su día fue el símbolo de la clase obrera y que en la actualidad podría serlo del desempleo.
La tuna ensayaba sus serenatas con las letras adaptadas al tema del día, y el asunto del día no era otro que la comparecencia de Cifuentes. Tras dos semanas escondida, la presidenta de la Comunidad de Madrid tenía cita a las 16.30 para ofrecer explicaciones sobre las irregularidades en la obtención de su máster. Abarrote en la sala de prensa, que se quedó ridícula para tanta demanda, por lo que hubo que habilitar hasta dos espacios a mayores; abarrote en el comedor, en el que se come excepcionalmente bien un menú de dos platos y postre por cuatro euros, algo único en todo el país y especialmente en la capital española; y abarrote también en la garita de seguridad para efectuar el control de acceso al recinto.
La puerta trasera
Una de las que no pasó por ese control fue la protagonista del día, que, advertida por su gente de confianza, decidió entrar en el edificio por otro de sus accesos, el más discreto, dejando a los tunos con la canción en la boca y con las ganas de salir en la tele. Cifuentes accedió tan solo unos minutos antes de la hora a la que estaba convocada. Para entonces ya se había disipado el gran rumor que circuló con fuerza por los pasillos desde primera hora, el que decía que finalmente no habría pleno porque dimitiría para no dañar la imagen del partido, especialmente en la antesala de su convención nacional, que se celebrará este fin de semana en Sevilla y en la que tratarán de revalorizar sus siglas.
Algunos de los que más se encargaron de difundir ese rumor fueron los diputados aguirristas, con los que la presidenta no guarda buena relación. No se percibió a su entrada al hemiciclo, en donde fue recibida con un cálido aplauso. Tampoco en la rueda de prensa, en la que la arroparon todos los compañeros de bancada. Pero tan pronto se apagaron las cámaras volvieron a la carga.