Siete días de la trágica dana en Valencia en siete imborrables imágenes

G.V. REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

Jorge Gil | EUROPAPRESS

Calles convertidas en ríos, rescates in extremis, columnas imposibles de coches o el valor de voluntarios y vecinos. El paso de la riada ha dejado algunos de los momentos más duros de la historia reciente de España

05 nov 2024 . Actualizado a las 17:29 h.

Era martes 29 de octubre sobre las 7.30 de la mañana y la AEMET ya estaba advirtiendo de que un fenómeno meteorológico anómalo se abría paso. Era la dana que en apenas unas horas arrasó parte de la Comunidad Valenciana. Paiporta, Aldaia, Benetússer o Alfafar pasaban a formar parte del vocabulario de gran parte del país por un motivo traumático. 

Antes de que todos los móviles sonasen con un mensaje que decía a los vecinos que se quedasen en casa y no se desplazasen por la provincia, el agua estaba ya en las calles. A mediodía, el río Magro ya se había desbordado en Utiel. Pasadas las 18.00 horas, el agua era demasiada para el barranco de Poyo y empezaba a entrar en Catarroja, Paiporta o Masanasa. 

Un vídeo, entre miles, circulaba como la pólvora por las redes sociales. Bajo la tormenta eléctrica, un vecino captaba cómo el agua se llevaba por delante uno de los puentes de Picaña.

En ese momento, la devastación comenzaba y miles de vecinos buscaban el modo de salvar su vida. Mientras, en los pueblos se apuraban a sacar los coches de los garajes cuando la riada no superaba un palmo, la autovía A-3 era una ratonera. 

Choques en cadena, camiones de gran envergadura volcando por el viento y agua, mucha agua. Tanta, que muchos conductores y sus acompañantes tuvieron que subirse a los techos de sus vehículos, o incluso al de otros, para que el agua no les alcanzase. 

En la memoria, cientos y cientos de rescates que captaron las redes sociales. Como el de los vecinos de Albal, que consiguieron rescatar desde un balcón con sábanas a un hombre atrapado en la riada en pleno pueblo. Y es que las zonas urbanas eran auténticos ríos, atrapaban a conductores o que no paraban de arrastrar a aquellos que se atrevían a poner un pie sobre el asfalto. 

Un bombero gallego fuera de servicio conseguía salvar in extremis a una mujer en Benetúser, y el equipo de profesionales de Valencia izaba en helicóptero a una mujer en Utiel, que cargaba con sus perros y gatos, cuando el agua ya le llegaba al cuello.

Preciosas historias de héroes anónimos y no tan anónimos que dieron el paso a la cruda de realidad. Con la llegada del miércoles 30 de octubre, los fallecidos empezaron a contarse por decenas a medida que pasaban las horas, llegando el domingo a los 2.014. De los desaparecidos no hay cifras oficiales. 

Decenas de coches en Sedaví
Decenas de coches en Sedaví Rober Solsona | EUROPAPRESS

Con la luz del día, los pueblos se convertían en lodo. Los accesos estaban totalmente cerrados por los destrozos y las fotos mostraban cómo el tiempo se había congelado con imposibles montañas de coches apilados por cada calle y por cada localidad. 

Entre el dolor, pocas máquinas conseguían entrar en los lugares con más daños. Había que hay que reconstruir muchos accesos. Los que sí llegaron fueron los propios vecinos y cientos y cientos de voluntarios, pala en mano desde todos los puntos de la Comunidad Valenciana, y desde todos los puntos del país. Una marea humana solidaria que empezó a llegar a los pueblos caminando, cargados con botellas de agua, galletas, mantas y todo lo necesario para aliviar, si eso es posible, el malestar de las víctimas. 

Voluntarios en Paiporta, el sábado
Voluntarios en Paiporta, el sábado Biel Alino | EFE

El domingo 3 de noviembre, con las críticas hacia las Administraciones en alto, llegaban a Paiporta los reyes, el presidente Pedro Sánchez y el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón. Con determinados grupos prendiendo la mecha, la visita se convirtió en una marea de gritos y en un ejercicio de lanzamiento de barro al grito de «asesinos». Los monarcas aguantaron el tirón, se dirigieron a los vecinos que entre llantos les explicaban que necesitaban ayuda. Letizia acabó llorando a la vez que varios de los presentes la consolaban.

Llegado el lunes y con esta polémica aún presente, los equipos de rescate conseguían entrar en una de las zonas donde estaban puestas todas las miradas. Los dos pisos del centro comercial Bonaire, en Aldaia que, a pesar de los trabajos de achique, todavía tenía metro y medio de agua dentro.

Con las imágenes de la policía navegando el párking, se esperaba lo peor, aunque desde la dirección del centro se señalaba que no debería haber dentro demasiados vehículos. Con el martes, llegaba un poco de luz a la tragedia. La policía no ha encontrado cadáveres en las instalaciones tras revisar casi el cien por cien de la superficie.