De Belarra a Rosa Díez pasando por José Montilla y Carlos Boyero: cuando ser gallego es insultante

ESPAÑA

Emplear nuestro gentilicio a modo de insulto es recurrente en el ámbito de la política para remarcar indecisión o falta de gracia. Pero también, lejos de los parlamentos, hay a quien llega a molestar hasta el acento de quien nace en Galicia. Ione Belarra, Rosa Díez, José Montilla o Carlos Boyero son algunos ejemplos
06 mar 2025 . Actualizado a las 12:36 h.Si tomamos prestado el diccionario de la Real Academia Española (RAE) y buscamos el término «gallego» o hacemos lo mismo con el de la Real Academia Galega (RAG) para «galego» encontraremos que su significado se refiere a lo que es propio de Galicia o de sus habitantes. También lo relativo a la lengua propia de la comunidad autónoma. Y en el caso del término en castellano, también se recoge el uso que se le da a la palabra en países latinoamericanos como Argentina, Colombia y Uruguay, donde se emplea para todos los nacidos en España, dada la fuerte presencia de emigrantes gallegos en tiempos pretéritos. Un gallego es por tanto quien nace aquí, emplea una lengua compartida por 2,7 millones de personas y que abre a su vez la puerta a la lusofonía de Portugal o Brasil, o aquel que se va a trabajar fuera para labrarse un futuro. Un orgullo y un sentimiento de pertenencia comunitaria que, sin embargo, hay quien ha interpretado a su manera para, malintencionadamente, añadirle una carga semántica a conveniencia, basada en tópicos propios de una risible interpretación de gallega a lo Beatriz Carvajal en un sketch cómico. Pero no distinguir entre realidad y ficción, lo que es un chiste y lo que no, ha provocado ataques variopintos empleando la palabra «gallego» como insulto. Especialmente en el ámbito político. Y en unas cámaras parlamentarias que deben representarnos a todos. Incluidos gallegas y gallegos.
Rajoy, centro de los ataques
Uno de los que más frecuentemente ha sido blanco de ataques es, claro, un gallego que, haya sido votado o no por quien lee estas líneas, más poder ha tenido en los últimos tiempos como reciente expresidente del Gobierno: Mariano Rajoy (Santiago de Compostela, 1956). El expolítico popular, que ha vuelto a su puesto como registrador de la propiedad, sucedió en 2011 al socialista José Luis Rodríguez Zapatero en la Moncloa, donde permaneció hasta el 2018. Un año antes de esa victoria electoral, cuando Unión Progreso y Democracia tenía una mínima presencia política, el periodista Iñaki Gabilondo entrevistaba en CNN+ a su líder, Rosa Díez (Güeñes, Vizcaya, 1952). Pedía entonces el entrevistador una definición de Zapatero, con quien Díez mantuvo diferencias en materia antiterrorista, lo que detonó su marcha del PSOE y el intento de poner en marcha un centrismo radical, el de UPyD, que consiguió discretísimos resultados en las urnas. «Podría ser gallego en el sentido más peyorativo del término», espetó entonces. «¿Y Rajoy?», dice de nuevo Gabilondo. «Es gallego», concluyó Díez.
A Díez, paradójicamente, le acabó gobernando ese gallego durante siete años. También en el 2010, el que fuera presidente de Cataluña con el PSC, José Montilla (Iznájar, Córdoba, 1955), empleó «gallego» como ejemplo de indecisión, criticando entonces a sus rivales políticos de CiU por su ambivalencia ante la reforma laboral que planteaba un Gobierno entonces en manos del PSOE. «No se sabe si suben o bajan, hacen de gallegos en Madrid», se expresó en la cámara catalana.
Criticar a otra nacionalidad histórica quizás no fue el mejor momento del primer presidente de la Generalitat no nacido en Cataluña, quien acabaría pidiendo disculpas por este desliz, mostrando el «más profundo afecto y respeto» por los ciudadanos de origen galaico.
Lo de Belarra, no tiene gracia
15 años después de estos ataques, Rajoy, que sigue siendo gallego pese a Ione Belarra, secretaria general de Podemos, tuvo que medirse a la pamplonica en la comisión de investigación sobre la denominada operación Cataluña de espionaje a políticos independentistas y de partidos de izquierda. El expresidente de la Diputación de Pontevedra, exconselleiro de la Xunta, exministro y expresidente del Gobierno se defendió de los reproches de representantes de otras ideologías reivindicándose como «persona de derechas y de provincias. Y soy un demócrata. Nunca espiaría a miembros de las Cortes Generales».
Las críticas de Belarra no hicieron mella en un Rajoy al que la diputada de Podemos se refirió así: «No sé de dónde ha sacado ese gracejo; los gallegos no tienen fama de graciosos». Evitando la confrontación, el hoy registrador regateó con un «no voy a responderle, no se trata de generar aquí mal ambiente».
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El acento, también objeto de confrontación
Carlos Boyero, uno de los críticos cinematográficos más conocidos del país, visitó el año pasado como invitado uno de los pódcasts más escuchados en España, The Wild Project, con el polémico Jordi Wild. Allí se detuvo en una de las películas que más le había gustado en los últimos tiempos, As bestas, la multipremiada cinta sobre el crimen del holandés de Petín, dirigida por Rodrigo Sorogoyen.
Sin embargo, el actor compostelano Luis Zahera no fue de su gusto: «Él, con su acento permanentemente gallego... no, todo el mundo me dice que es formidable, igual es problema mío, pero me cuesta conectar con él».