Toallitas húmedas: ¿tú también alimentas al monstruo?

FAI GALICIA VERDE

Higiénicas, perfumadas, suaves y húmedas: así son las enemigas más peligrosas de las redes de saneamiento y uno de los problemas medioambientales recientes más acuciantes

22 abr 2018 . Actualizado a las 01:13 h.

La lista de virtudes con las que se promocionan -suaves, perfumadas, cómodas, biodegradables...- hace de ellas un producto con muchas papeletas para acabar en el carro de la compra porque, además de ser húmedas y muy fáciles de usar, las toallitas sirven para todo: asear a los bebés, eliminar el maquillaje, sustituir al papel higiénico tradicional, limpiar microondas, vitrocerámicas, cuartos de baño, los cristales de las gafas, el salpicadero del coche... Basta, sin embargo, con seguir su camino una vez que son desechadas para conocer su verdadera cara: la del monstruo de las cloacas. Sus consecuencias se manifiestan día tras día en redes de saneamiento de todo el mundo, pero quizá su rostro más feo pudo verse hace solo unos meses en Londres, cuando la compañía de aguas descubrió una masa de 130 toneladas de peso (es decir, como diez autobuses de dos alturas) y 250 metros de largo obstruyendo una cloaca de la capital londinense. ¿Su composición? Toallitas húmedas, pañales y grasas, una amalgama que los equipos de la empresa de saneamiento tuvieron que reducir con mangueras de alta presión y aspiradores a un ritmo de entre 20 y 30 toneladas al día.

¿Pero por qué son tan perjudiciales?

 No todas las toallitas son iguales, pero ninguna es buena para el medio ambiente ni para la red de saneamiento. Aunque muchos de los productos que se comercializan se venden como biodegradables y desechables en el inodoro, lo cierto es que nunca deben eliminarse por el váter. Su elaboración se hace mediante compactación de fibras sintéticas y celulosa para crear un producto resistente y con consistencia, unas virtudes que se vuelven fatales cuando se tira de la cadena y la toallita inicia el camino hacia la depuradora.

Un estudio realizado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) en el año 2015 indica que en el tiempo en el que el desecho se tira por el inodoro y llega a la estación de tratamiento de aguas, que en una ciudad de tipo medio puede ser de un hora, el papel higiénico se disuelve totalmente en el agua mientras que la toallita apenas sufre cambios, más allá de ir soltando en el agua los productos químicos que la componen (conservantes e hidratantes, entre otros). Después de dos días sumergida en agua, agitándola constantemente, el porcentaje de desintegración de una toallita no llega al 40 %, según el mismo estudio. 

¿Dónde deben tirarse?

Por su composición, las toallitas deben echarse siempre en el cubo de restos, con independencia de lo que diga su etiquetado. De hecho, la OCU en su informe reclamó a los fabricantes de estos artículos de limpieza e higiene que retirasen todos los mensajes en los que se indicase o se diese a entender que las toallitas son desechables en el inodoro, una información que la organización de consumidores considera publicidad engañosa. También pidió a la industria que en la información del producto se advierta del riesgo de atasco de cañerías y de depuradoras. Pese a los avisos y las llamadas de atención que se vienen sucediendo en los últimos años, lo cierto es que en una ciudad media de 300.000 habitantes se tiran por el váter unos 8.000 kilos de toallitas al día. 

¿Cómo afectan a la red de saneamiento?

Las toallitas perjudican el buen funcionamiento de la red a lo largo de todo su recorrido. En muchos casos son directamente los habitantes de una vivienda o de una comunidad de vecinos los que sufren las consecuencias de la acumulación de este tipo de residuos, lo que obliga a hacer limpiezas con más frecuencia de la habitual y, en ocasiones, a actuar de urgencia cuando se producen atascos en la arqueta, que generan además malos olores en el alcantarillado.

Si los residuos sortean este primer tramo pueden volverse un obstáculo en las estaciones de bombeo, que en muchas localidades deben desatascarse cada dos o tres días para evitar males mayores. Lo mismo ocurre en las estaciones depuradoras de aguas residuales, donde tropiezan constantemente con este tipo de residuos y se exponen a averías graves que implican costes muy elevados. Solo en la ciudad de Nueva York los estragos provocados por las toallitas en la red de saneamiento durante cinco años costaron a las arcas públicas 18 millones de dólares. En España el coste medio anual es de 200 millones de euros. 

¿Cuál es su impacto en las localidades gallegas?

 En Galicia las toallitas son también un grave problema y no solo en las ciudades, lo que obliga a las administraciones a afrontar importantes costes en mantenimiento y reparación de infraestructuras. En Vigo, que tiene la red de saneamiento más larga de la comunidad, se emplean cinco camiones en las tareas de limpieza del alcantarillado, mientras que en A Coruña se dedican más de cien horas semanales a intervenciones de urgencia. En Santiago, por su parte, la limpieza en la estación depuradora para eliminar las fibras de las toallitas se hace a diario. Los problemas con estos residuos se repiten en mayor o menor medida en las poblaciones de menor tamaño, pese a los llamamientos cada vez más frecuentes a hacer un consumo responsable de estos artículos.

¿Y si pasan los filtros y llegan al mar o a los ríos?

El lugar adecuado para las toallitas húmedas es el contenedor de restos, aunque lo ideal sería no utilizarlas porque son difíciles de reciclar y, en caso de hacerlo, es mejor comprarlas en envoltorios flexibles que en cajas rígidas. El peor escenario para el medio ambiente, sin embargo, se produce cuando las toallitas sortean toda la red de saneamiento y llegan hasta el mar y los ríos. Además de plástico, las redes de los pescadores recogen ya muchas toallitas, cuya presencia en las playas de Reino Unido, por ejemplo, se incrementó en el año 2015 en un 50 %. Una de las imágenes más impactantes de este fenómeno en España se produjo hace cinco meses en Ibiza cuando un tapón de estos residuos en una estación de bombeo provocó que las toallitas acabasen en el mar y dejasen la costa cubierta de restos blancos. Además, todos estos vertidos acaban sumándose a la enorme cantidad de partículas de plástico que flotan en los océanos, que acaban en los estómagos de peces y bibalvos y, finalmente, en los nuestros.