Aclarar la dentadura o reponer alguna pieza son peticiones comunes José Rosales, de Vitaldent Odeón, insiste en que ninguna intervención llega a causar malestar a los pacientes
26 abr 2007 . Actualizado a las 07:00 h.D.P. ?l dentista fue durante décadas sinónimo de sufrimiento. Antes, ni siquiera se iba a él. Después, sólo para quitarse de encima alguna muela estropeada cuyo dolor resultaba insoportable. La intensidad con que los odontólogos han aconsejado a los ciudadanos en los últimos años motivó que se hicieran casi comunes las revisiones anuales de la boca. Las caries y otros problemas, detectados a tiempo, son más fáciles de reparar, y más baratos. Ahora, entramos en una nueva era en la que la salud no es lo único que importa. Lo explicaban ayer Amador Lores, director de la clínica Vitaldent de Odeón, y su compañero José Rosales. Ahora, indicaron los dos profesionales, cada vez más personas pierden el miedo a la camilla y a los aparatos del dentista, porque tienen un objetivo claro: verse más guapos, o guapas. José Rosales explica que cada vez son más los que piden unos dientes más claros, blancos como las sonrisas de las artistas, si fuera posible. El odontólogo explica entonces la técnica empleada, y un profano podría creer que asistía a una discusión sobre la Nasa. «Utilizamos peróxido de hidrógeno y lo activamos con una luz de arco de plasma». Él garantiza que tras este tratamiento, en una sola sesión de una hora, se logra aclarar la dentadura al menos tres tonos. Echen cuentas para ver cuántas veces tendrán que vérselas con el arco de plasma si emprenden la operación belleza. La porcelana, el titanio José Rosales, que asume el papel de portavoz para ofrecer detalles de su actividad, explica que cuando el peróxido no resulta suficiente, se recurre a otro sistema: se cubren las piezas dentales con finísimas capas de porcelana que llevan un núcleo de circonio. Rosales asegura que se trata de un minucioso proceso. En la clínica elaboran un molde exacto de las piezas del cliente. Después se escanean en tres dimensiones y se envían a Suecia, que es donde se fabrican las carillas de porcelana. Si el paciente no está demasiado contento con el modo en que se han alineado sus dientes, suele aprovechar para llevarse una boca más ordenada. ¿Cómo? En lugar de fabricar unos recubrimientos de porcelana miméticos con la dentadura real, se crean unos que tengan mejor aspecto. «Es como un decorado», asegura el odontólogo. Por detrás, ocultan la dentadura gastada. A la vista, una sonrisa nueva. «No duele, seguro» Cuando además el tiempo y el descuido han provocado la caída de alguna pieza, el cliente suele pedir que se le coloque una de mentira . Primero se utilizaría una raíz artificial de titanio «que se atornilla al hueso». Escuchar la explicación sugiere una intervención cuando menos molesta, pero Rosales insiste una y mil veces: «No duele, seguro». Sobre el titanio se coloca una corona de porcelana, el diente.