
Pues estaba yo pensando —y por favor no se rían, porque, aunque no se lo parezca, estoy hablando muy en serio— que entre las muchas maravillas que posee este extremo occidental de la Galicia do Norte, donde Europa comienza (este extraordinario rincón del mundo que conforman las comarcas de Ferrolterra, el Eume y el Ortegal), está el de atesorar un número casi infinito de enclaves en los que la puesta de sol se convierte —sobre todo ahora, a estas alturas del verano— en un espectáculo incomparable. Un espectáculo emocionante, gratuito y siempre diferente, ante el que, como ya tantas veces se ha dicho, dan ganas de aplaudirle al cielo por la generosidad y el sentido de la belleza de Dios.
(¡De verdad que alguien debería animarse a escribir una guía de lugares así...!).
Voy a mencionarles algunos de esos lugares, decididamente mágicos —y conste que estos son solo algunos ejemplos—, en los que el crepúsculo es una maravilla, por si cualquier tarde de estas les apetece dar un paseo hasta allí, cuando el día termina, para ver cómo se oculta el sol: el Coto do Rei, en lo alto de los montes de Marraxón, en Sillobre; el arenal de Cabanas; O Barqueiro; San Andrés de Teixido, donde está la puerta entre dos mundos; Redes; Caaveiro, donde San Rosendo buscó sosiego para su alma; el puerto de Ortigueira; Pena Leboreira, en Nogueirosa, donde se alza el castillo de Andrade; el monte Chamorro; la Praia dos Botes, en Meirás; la ribera de San Nicolás, en Neda; la Garita de Herbeira; y, por supuesto, el muelle de Curuxeiras, donde se convierte en poesía la ría de Ferrol.