El Pinar, uno de los chiringuitos de la playa de Cabanas, cambia de manos después de 50 años: «Las puestas de sol son increíbles»
CABANAS

Ocho clientes «de toda la vida», y casi todos ferrolanos, han comprado el negocio, que reabre el sábado como El Amarillo
08 abr 2025 . Actualizado a las 22:49 h.El Pinar, uno de los chiringuitos con más historia de la playa de A Magdalena, en Cabanas, ha cambiado de manos después de medio siglo y ahora se llama El Amarillo. José Rodríguez Fernández (Maniños, Fene, 1960) tenía 16 años cuando empezó a trabajar en el negocio que habían montado los padres de la que iba a ser su mujer, la eumesa Begoña Vázquez Carpente. Emigrantes en Francia, antes de retornar habían comprado el local, que llevaba poco más de un año operativo. «Desde la muerte de mi suegro, hace unos quince años, estuvimos nosotros al frente», cuenta José, encargado de la parrilla (y de organizar al personal), mientras Begoña dirigía la cocina.
Para este fenés, durante años el chiringuito fue un complemento a su actividad principal. «Abríamos en Semana Santa y luego los fines de semana hasta el 1 de junio, y ya a diario hasta el 15 de septiembre (o incluso hasta noviembre, dependiendo del tiempo). Era una ayuda importante. Es muy duro, se trabaja muchísimo. El tiempo lo condiciona; si hace bueno, sabes que va a estar lleno. La temporada fuerte iba del 15 de julio al 15 de agosto, y ahora ya va hasta finales de agosto e incluso septiembre, casi tan bueno como julio», explica.
El origen de la clientela varía según el mes. «Viene muchísima gente de Lugo, ya desde julio; en agosto hay muchos madrileños; y en junio, más gente de aquí, por semana, y también excursiones de niños. Tuvimos alguna de Lugo de más de cien... y con eso vas librando. Y cada vez se caen por allí más peregrinos», desgrana. El local, de 240 metros cuadrados, cuenta con un comedor interior con capacidad para 90 personas, una terraza en la que caben 200 y mesas para otras 20 en la barra. En la cocina han llegado a ser seis trabajando y contando a la familia, en total, una plantilla de 20. «Algún año fue regular, por el tiempo, pero pérdidas nunca, aunque trabajando no te haces rico —recalca—. Es una playa muy tranquila, sin corrientes, ideal para los niños, tiene la sombra del pinar... y unas puestas de sol espectaculares».
En El Pinar han organizado bodas, bautizos y otros eventos, desde una comida con 90 miembros de la Guardia Real, de Madrid, hasta un encuentro de las amas de casa de Fene, del club de piragüismo de Cabanas (más de cien) o de un grupo de unos 70 madrileños con cena diaria una semana en julio y otra en agosto. «Lo que más se vende son parrochitas y sardinas, tortillas, ensaladas, churrasco, croquetas, platos sencillos sin esperas (eso es lo que peor lleva la gente, procuramos que nunca tarden más de media hora en comer). También marisco, percebe, nécora, cigala fresca, almeja, berberechos, mejillones, calamares de la ría... una vez hicimos una paella para 200 y también preparamos en una época cerdo al espeto», relata.
José ya echa de menos el negocio —«todo, hay clientes que venían de bebés y ahora ya son padres o abuelos y siguen, haces muchas amistades, una gran familia»—, que cerró el 31 de agosto y reabrirá este sábado. El ferrolano Julio García Bouza, que vive en Madrid, es uno de los ocho socios que se han juntado para comprar El Pinar, casi todos de Ferrol aunque no residan allí, un vasco y un irlandés. Unidos por los veranos en Cabanas, seis son de la pandilla desde críos y el resto, parejas. Hace unos diez años que Julio reparó en el cerdo al espeto que estaba cocinando José y se acercó. «Desde entonces es nuestro chiringuito, el de todos los atardeceres...», celebra.
Por eso cuando le comentó que se jubilaban por los problemas de salud de su mujer, habló con el grupo y los persuadió para sumarse a esta aventura, ajena a sus actividades profesionales. «Es la continuidad casi perfecta (en proveedores, personal...)», apunta Julio, muy agradecido a José «por todo su apoyo». Son Julio y su hermana Laura, los hermanos Felipe y Adolfo López, Javier Montes, Peio Ormazabal, Maru Pellicer y Joe Haslam, entre 40 y bastantes y 52 años. «Para nosotros, Cabanas es libertad, desde niños (igual que ahora para nuestros hijos), la puesta de sol increíble...», subraya, consciente de la responsabilidad de tomar las riendas de un clásico.
Pendientes del cielo para Semana Santa
El Argentina, otro de los chiringuitos de la playa de A Magdalena, están pendientes del cielo, como todos. «Lo más probable es que abramos de jueves a domingo», apunta Carlos Rico. Francisco Carpente aún no sabe si pondrá en marcha O Chiringuito en Semana Santa: «La previsión del tiempo no es muy optimista». José Manuel Saavedra, de Los Pinares, esperará al 18, «casi seguro».