De Madrid a Cerdido: «Lo importante es que venga gente y que esto no se muera»
CERDIDO

Alberto Vaz, madrileño, y Hillevi Pila, de raíces suecas y cubanas, conocían Ortigueira, por el festival, dejaron la capital en busca de «verde y agua», y ven oportunidades en la comarca
05 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.A Alberto Vaz (Madrid, 37 años) le gusta levantarse, hacerse un café, sacar las gallinas e ir al huerto. «Y luego ya empiezo el día». Su pareja, Hillevi Pila (Madrid, 35), de madre sueca y padre cubano (nació en la isla y emigró a Santander con siete años), dice que «necesitaba ver verde, ver bonito, y no es lo mismo venir de vacaciones». Solo temen que su hija, Luve, de poco más de un mes «no aprecie» este entorno como ellos, porque ya se va a criar aquí. Vivían en El Escorial y planeaban mudarse a la sierra de Gredos, en Ávila, «para estar cerca de la familia», pero tras un verano «devastador, por la sequía y los incendios, se asustaron.
«Pensamos: ‘¿Dónde va a haber agua dentro de diez años?», cuentan. Galicia o Suecia. En realidad, les valía cualquier lugar del norte. «Pero conocíamos Ortigueira, por el festival, como todos los madrileños [risas], y empezamos a buscar», recuerdan. Alberto, que montó su primera empresa con 22 años, gestionaba entonces una firma de campamentos y paintball, y estaba harto de «trabajar todo el día». Y en pleno proceso para «malvenderla», se escapaban con la furgoneta (camperizada) a recorrer la costa de Ortegal y Ferrolterra. Algún fin de semana largo visitaron 36 casas, de la mano de las inmobiliarias. «Nos gustó mucho Cerdido, pero antes de comprar casa es importante conocer el sitio», y optaron por un alquiler, cerca del límite con Cedeira. Pero el precio era excesivo —«450 euros, un timo»— y un vecino les ofreció un piso en Cedeira, mucho más espacioso y por mucho menos dinero.
Formada en gestión forestal
Mientras, siguió la búsqueda, y en mayo de 2023 compraron su vivienda en el lugar de Viladóniga; en octubre, seis meses antes de lo previsto —«la excepción»— comenzaron las obras de reforma y en febrero de 2024, dos años y un mes después de iniciar su aventura galaica, ya se instalaron. Tienen huerta, gallinas (las que han logrado salvar de las aves rapaces), perro y gato, una finca empinada (tal vez pronto se animen con las ovejas para que se encarguen de desbrozar) y vistas al valle y al bosque.
A diferencia de otras parejas que se han asentado en Cerdido y en otros municipios de la comarca en los últimos años, ninguno de los dos tenía trabajo cuando llegaron. «Vinimos con una mano delante y otra detrás», resume Hillevi, que ha vivido en Australia, Suecia, Portugal e incluso alguna temporada en Estados Unidos. Estudió Gestión Forestal y, rodeada de eucaliptos (y algún árbol autóctono) por todas partes, confía en encontrar un empleo relacionado con el sector. La única opción le surgió estando embarazada y tuvo de rechazarla.
En verano suele colaborar con la firma de turismo Rutas Cedeira y a partir de septiembre se hará autónoma para ayudarle a Alberto, que trabajó de comercial de placas solares y ahora ha montado una consultoría de telefonía para particulares, empresas y autónomos. «Siento la necesidad de crear una marca propia, pretendo ofrecer algo sencillo, sin subidas constantes», explica. Él prefiere la calle y Hillevi, la parte administrativa. En estos poco más de dos años de estancia en Cerdido —«aquí hemos venido a vivir, que no solo significa el lugar donde estás, sino también poder disfrutar de ese lugar», subraya Alberto—, han conocido a otros recién llegados, extranjeros y nacionales, que también se han decantado por este municipio.
«Lo importante es que venga gente y que esto no se muera», repite. Las cifras no resultan alentadoras. En el año 2000, en Cerdido había 1.668 vecinos empadronados; y en 2024 eran 1.004, un 39,8 % menos. «Nos llevamos una grata sorpresa al descubrir que hay una comunidad extranjera [...], con los que venimos de fuera se está generando ‘otra Galicia' y es importante realizar un trabajo de integración para evitar los guetos. A veces el problema es el idioma. Nosotros hemos tenido la suerte de habernos encontrado con gente de aquí que nos ha abierto las puertas», remarca Alberto. Ve «muchas oportunidades» en la comarca, «pero también hay dificultades, hay que moverse mucho y hay que adaptarse, no puedes pretender cambiar las cosas de golpe; si quieres generar un cambio tienes que empezar sabiendo dónde estás».
Directivo de Ortegal Up
Un día, por casualidad, conoció al cariñés César López, que le puso al día sobre la asociación Ortegal Up. Ahora, Alberto se ha integrado en la directiva. «Hay que tener la mente abierta y no cerrarse puertas, soy emprendedor y vi a alguien proactivo, que me empezó a hablar del proyecto [Ortegal Up], que busca iniciativas empresariales... el mundo asociativo va conmigo, trabajar (gratis) por el bien común. Me parece muy importante que funcione como lanzadera de proyectos y que atraiga talento. Si no hay gente no hay clientes. Hay que buscar sinergias», defiende.