Pánico con la lluvia de Neda: «Pasamos las noches en vela y solo nos queda rezar»
NEDA
Los vecinos bloquean sus casas con compuertas e incluso duermen con sus perros para protegerse de neumonías, ante la crecida de los ríos Belelle y Basteiro
26 feb 2024 . Actualizado a las 17:42 h.Con linternas al borde del río, sin comer ni dormir. En pleno pánico. Así pasan las noches los vecinos de Neda, cada vez que llueve. Las inundaciones los acompañan desde hace décadas. Pero la sufrida el pasado 14 de noviembre fue tan brutal que marcó un antes y un después en estas casas, con más de 80 afectados por múltiples destrozos. Y cuando el temporal volvió a arreciar en la tarde del domingo, todos se montaron en guardia. Los residentes en Santa María y As Aguas dedicaron toda la noche a cruzar los puentes, colocar compuertas y vigilar la crecida de los ríos Belelle y Basteiro. Todas las casas de la zona se han protegido con compuertas de madera y poliespan, además de los negocios, e incluso hay familias que duermen abrazadas a sus perros para protegerse de las neumonías. «Pasamos las noches en vela y solo nos queda rezar», concluyen.
Desde la inundación de noviembre, María López (que vive en As Aguas con su marido y su hijo) decidió directamente no montar las compuertas. «Yo ya tengo la casa vacía de la anterior riada, me quedó toda chorreando y con las paredes negras... ya casi te da igual que entre por cualquier sitio, de la otra inundación solo salvamos la tele porque estaba colgada», indica. «Dormimos cada noche con la inquietud de lo que va a pasar, al mediodía del lunes ya llevábamos en pie desde las 11.00 de la mañana del domingo, comiendo solo un bocadillo para custodiar nuestras casas y que no entre el agua», admite. Ella se encuentra en la parte más alta del Basteiro, que en noviembre se desbordó de tal manera que tiró muros y arrasó casas en Santa María de Neda. «Anoche me encargué de avisar a los demás vecinos para que montasen los chiringuitos por si esto iba a más», indicaba María en referencia a los dispositivos que construyen los residentes en la zona como baluartes.
Alejandro Esperante, con casa en Santa María donde vive con su mujer y su hija, recuerda que ya en la anterior riada cayó el portón de su casa, su coche se empotró contra su autocaravana, se levantó la tarima flotante de la vivienda «y los seguros derivaron todo al consorcio, recibes poco dinero y no llega para empezar». Este domingo también lo pasó en vela, «con la pleamar de las 05.00 de la mañana me fui junto a uno de los puentes del río Belelle con linternas, también nos acercamos al Basteiro para quedarnos tranquilos». Los cauces se desbordaron e inundaron carreteras, pero en esta ocasión las compuertas instaladas por los propios vecinos salvaron los interiores de las casas. «Las hicimos de madera, policarbonato o espuma de poliuretano... pero cuando el río crece solo nos queda rezar». Insiste María en que durante los últimos tres meses «hemos llamado a muchas puertas y lo pusimos todo de nuestra parte, pero entre Augas de Galicia y el Concello de Neda no hay acuerdo». Coincide Alejandro que «sin consenso esto es imposible». El Concello cerró este domingo el tráfico a las zonas más afectadas.
Un poco más abajo, Ana María Rozados en cuanto vio la crecida de los ríos corrió a coger su coche para llevarlo a un sitio más seguro. Es otro de los protocolos aprendidos año tras año. «En noviembre se fastidiaron todos los muebles y los electrodomésticos, el agua destrozó todo y al final estoy acostumbrada: cuando el agua llega a aquella piedra (la señala) quito el coche», apunta.
Ya en Santa María de Neda, el matrimonio formado por Ramiro Hermida e Isabel Salido preparó las compuertas con madera tras las últimas inundaciones para evitar más destrozos. «A noite das chuvias só durmimos dúas horas, cada vez que chove estamos pendentes», afirman. Tras las riadas de noviembre, ellos por su cuenta colocaron puertas nuevas, tuvieron que comprar nuevos muebles, «amañamos as habitacións que tiñan as paredes todas negras». Su casa se alzó en 1900, las paredes de piedra quedaron llenas de moho y aún el viernes pasaron el día trabajando para limpiarlas. «Cada vez que chove é unha pesadilla, a noite da maior riada durmimos nun sofá co noso can Tibet protexéndonos o peito contra as neumonías», apuntan emocionados sobre un perro que adoptaron justo un mes antes de la crecida del 14 de noviembre.
Según avanza la carretera por Santa María de Neda, se suceden las compuertas ante las casas. Y hay carteles aludiendo a la «gota que colmou o vaso», instalados en los balcones por la plataforma de afectados. Otras vecinas, Alejandra y Dolores, señalan que «as administracións deben dar fondo a uns ríos que teñen medio metro de profundidade cando deberían ter tres».
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En noviembre, la crecida alcanzó el metro y medio hasta destrozar la casa de Alejandra: «Vivimos con moito medo, a de novembro foi a máis forte desde 1936». Y las riadas llegan con tanta suciedad y lodos «que ata traen bacterias e afectan aos animais». Por ejemplo, el perro de Dolores toma antibióticos desde noviembre debido a una bacteria que cogió con el agua empozada.