Elena de Visita: freixós recién hechos de camino al banco de Loiba, en Ortigueira

ANA F. CUBA ORTIGUEIRA / LA VOZ

ORTIGUEIRA

Elena, en plena faena, con la espátula, junto a las dos planchas circulares en las que trabaja
Elena, en plena faena, con la espátula, junto a las dos planchas circulares en las que trabaja I. F.

Este es el séptimo verano que instala su «food truck» y deleita a sus clientes con creps fresquísimos, solos o rellenos de miel y otros productos locales de calidad

21 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A María Elena Vale le llaman Elena de Visita, por su madre, vecina de Loiba de 97 años. De ella heredó la sonrisa y con ella aprendió la receta de los freixós que prepara con mimo en su food truck, de camino al «mejor banco del mundo». El martes cumplirá 55 años, estudió Cultivos Marinos o Delineación, pero las distintas crisis condicionaron su vida laboral. Hace casi un cuarto de siglo que vive en Sada, con su marido y sus hijos, y en 2017, tras dejar la empresa en la que trabajaba, decidió ponerse por su cuenta. Ese año descubrió que había heredado de su padre (falleció cuando ella tenía nueve años) una pequeña finca cerca del banco de Loiba, y pensó que aquel terreno podría brindarle una oportunidad.

Primero se le había ocurrido la venta de souvenirs, pero un día se le encendió una lucecita: «¿Y si hago freixós. Aquel mismo año compró una furgoneta en Toledo, donde le instalaron todo el equipamiento preciso para convertirla en una food truck, y desde allí viajó en un tráiler hasta el polígono de A Grela, en A Coruña. «Solo había conducido dos coches en mi vida [...], es muy bonita, pero aprender a conducirla me costó», confiesa entre risas. Tiene cuatro marchas, un retrovisor pequeño... y en llano apenas sobrepasa los 70 kilómetros por hora —«por O Caxado sube a 30»—, pero se ve impecable.

Elena quería algo flower power y su primo Adolfo Maragoto ultimó la decoración exterior al más puro estilo hippy (azul, con flores blancas). «Filloas para comer con gusto» es lo que ofrece, y María de Visita, la marca (descartó otras ideas como la Freixoneta o la Carricanta), jugando con el nombre de su madre y con la idea de «ir de visita» si se desplaza a otros lugares. Recuerda que el verano que debutó en la costa de Loiba la acogida «fue muy buena», aunque reconoce que sus expectativas «no eran muy altas»; y en invierno se la llevó a Sada para preparar freixós en fiestas de cumpleaños.

Una clienta observa cómo elabora un crep en la «food truck», pintada de azul y con flores blancas
Una clienta observa cómo elabora un crep en la «food truck», pintada de azul y con flores blancas I. F.

Desde la pandemia, la food truck no se mueve de Loiba. Los veranos de 2020 y 2021 resultaron «geniales» porque la gente buscaba espacios abiertos y Elena de Visita les ofrecía deliciosos creps en un lugar fantástico. Elabora filloas solas o con miel (de Landrove, en Viveiro), y rellenas de nocilla, dulce de leche (de Baltar), crema de castañas, mermeladas artesanas (de la marca Amieiro, de Cariño), pavo y queso, queso madurado cremoso con mermelada o con anchoas y jamón, y requesón con miel. El precio va de 1,50 a 4,50 euros la unidad. Todos los lácteos son de la firma Brigantia, de San Sadurniño, como parte de su apuesta por el producto local y de calidad. Desvela que «el único secreto [de los creps] es utilizar ingredientes de verdad». «No podría vender algo en lo que no creo», subraya. Aparte de freixós, expende helados artesanos Borboriño, de Sobrado dos Monxes.

Colas delante del mostrador

Los días de buen tiempo suele trabajar desde las tres hasta la puesta de sol, y cuando está nublado empieza a las doce y acaba algo antes. «Los clientes son una maravilla —agradece—. Me gusta mucho la gente, hablar con ellos... y lo bueno es que están de vacaciones, contentos, y les ofrezco algo que está rico, y mientras preparo los freixós me cuentan lo que están viviendo. Es un auténtico placer». El viernes, unos canarios le sorprendieron con una demostración de silbo gomero. Los días fuertes se forman colas delante de la furgoneta azul de Elena de Visita. Relata que alguna familia gallega «hace varias rondas», uno tras otro, comiéndose los exquisitos freixós allí mismo, como a ella le gusta.

Mucha gente que descansa en la zona repite el mismo verano y de año en año. Costas le permite instalar la food truck del 1 de mayo al 31 de octubre, pero ella lo limita a julio y agosto. Su fin es sacar lo suficiente «para cotizar a la Seguridad Social y un dinero extra para cosas especiales». «Para vivir todo el año, tendría que ir a eventos», apunta. Y el vehículo, impecable (lo deja limpio como una patena cada mañana), no está para tanto trote. Este empleo móvil le da, sobre todo, libertad: «Estoy muy a gusto».