El reino celta de Ortigueira, a rebosar: «Cada año es diferente y mejor»
ORTIGUEIRA























Una multitud en son de paz ha conquistado la playa de Morouzos y calles y plazas de la localidad, con música por todas partes y los aparcamientos desbordados desde el viernes
13 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.De madrugada, el patio del bar Caracas hierve al compás de las gaitas y las cervezas, y a media mañana, las terrazas de la Alameda bullen como nunca. Ortigueira, erigida en reino celta, está a rebosar. Una multitud en son de paz ha conquistado la playa y el pinar de Morouzos, y calles, plazas y terrazas de la villa. Los aparcamientos están desbordados desde el viernes, con coches ocupando las dos márgenes de la carretera desde la rotonda de Barbos, en la salida hacia Espasante, a la de Cuíña, junto al polígono, donde se habilitó un estacionamiento en la madrugada del sábado, «porque ya no cabían en ningún sitio».
A la marea de folkies, que se fueron asentando durante la semana, se suma el público que acude solo a los conciertos. Con la Escola de Gaitas de Ortigueira se vivió «una noche mágica» y se abarrotó el recinto del festival, pero aún faltaba gente por llegar, y con Böj, estuvo a punto de reventar.
«Cada año es diferente y mejor, gente que va y viene», resume Diego, uruguayo asentado en Compostela. «Hace veinte años que vengo, ha tenido altibajos, recuerdo un año que hubo robos, luego se controló y ahora no hay problemas ni peleas», cuenta. Vende artesanía. «Llegamos a ser 200 puestos, pero cuando empezaron a pedir permisos mucha gente lo dejó. En esta época de decadencia para la artesanía, por la sociedad que hay, muchos se han puesto a vender comida en la acampada», relata. ¿Por qué repite? «Es la libertad, cuatro días en los que se permite todo —remarca— y sin altercados, en Sudamérica toca Manu Chao y acaban lanzándole vasos».
De fondo suenan las gaitas de la banda Xarabal. Mar, de la banda Lembranzas do Solpor, de Celanova, está encantada. El viernes se subió al escenario con otros cuatro compañeros para acompañar a Böj: «Impresiona incluso desde abaixo, xa facendo a proba de son». Tres jóvenes de El Bierzo comparten una empanada en los jardines, a la sombra: «Venimos de A Coruña, es el tercer año, por el ambiente, al lado del mar y con este tiempo, parecen las Rías Baixas».
El sol no dio tregua el sábado del Mundo Celta, el día de la mayor explosión folkie, y los festivaleros buscaron refresco en el arenal, inmenso y atestado de bañistas. Pero no todos acampan, hay quien alquila piso (una pandilla ha pagado 500 euros por cuatro noches en el centro) y muchos se alojan en los hospedajes de la zona, desde Casa Giz a las casas de turismo rural o los apartamentos de O Plantío, en Espasante. «Está todo lleno y aún hay gente que llama hoy [ayer] preguntando por una habitación. A tope con el festival», comenta la propietaria, Ana María Fojón. El turismo festivalero dinamiza la economía local. «Es una inyección importante de dinero que hace mucha falta... el invierno se hace largo», apunta la encargada de una tienda. En un municipio de poco más de cinco mil habitantes, la invasión pacífica del Mundo Celta lo remueve todo.

Con las «cocineras» del festival, que sirven mil comidas al día
El equipo de Cátering Ferrolterra que se ocupa de dar de comer a voluntarios de Protección Civil, integrantes de las bandas de música o efectivos de las fuerzas de seguridad madruga más que nadie. A las siete de la mañana, Rosa (que lleva 15 años en los fogones del festival) y sus tres ayudantes ya están en la cocina del colegio, donde cuentan con otras cuatro personas para atender el comedor.
Sirven entre 400 y 500 menús a mediodía y otros tantos en la cena, y hasta cerca de las dos de la madrugada no se van a dormir. Así desde el martes. Ayer, los comensales que van rotando por las mesas degustaron potaje de garbanzos y costilla asada, con flan de postre. «A xente é toda moi agradable, encantadora», elogian. Con muchos mantienen el contacto durante todo el año. Mañana se despiden hasta 2026.

José Manuel Tejedor, gaitero asturiano: «Aquí la gente quiere canciones cañeras, es una gran fiesta»
En su debut en el Festival de Ortigueira cayó el diluvio y la organización le preguntó si quería suspender el concierto. Pero José Manuel Tejedor (Avilés, 1973) dijo que no. «Llovía bastante, pero no se fue ni un alma de allí, la gente seguía botando y no dábamos crédito. Cómo nos íbamos a ir nosotros si la gente no se iba». Ahí descubrió «lo especial que es el público del Festival de Ortigueira». El gaiteiro asturiano, reconocido con el Premio Nacional de Música y ganador, en tres ocasiones, del Trofeo Macallan, subirá esta noche (domingo) al escenario de la Alameda, entre dos bandas gallegas: Tiruleque (22.00 horas) y Breo (00.30).
—¿Cómo se plantea un concierto para este festival?
—No es lo mismo al aire libre que en un auditorio o un teatro. Pero en este caso, además, la gente va a pasárselo bien, y el concierto será más dinámico, con menos paradas y con las canciones más cañeras de mi repertorio, que es lo que la gente quiere. Nuestra primera experiencia aquí fue muy grande y ya sabemos cuál es el carácter del público.
—¿Qué supone tocar aquí?
—Ortigueira es «el festival de la península ibérica», el mayor festival y por el que han pasado los mejores grupos del panorama nacional e internacional. Es un gran escaparate y a todos nos gusta tocar aquí. Aunque no todo es tocar en un súper escenario, hacerlo en Ortigueira es muy importante para cualquier músico, y si lo mides con otros a nivel europeo, es muy relevante.
—¿Cómo le tratan?
—Estupendamente, me encanta volver. El trato es personal, cariñoso, muy respetuoso, me siento muy respetado y lo agradezco muchísimo.
—Su último disco fue «Lluz».
—Tengo otro preparado para sacar a fin de año, especial, diferente a lo que he hecho, enfocado hacia el baile. Iría muy bien para Ortigueira [risas].