La mala noticia se supo el domingo, día en el que Stephen Hawking cumplía 70 años: el protagonista no podría asistir a la cena en su honor ni al acto previo, ya que se encontraba mal. Fue una decepción contenida, ya que este tipo de contingencias (sobre todo en alguien con una enfermedad por la que le daban poco tiempo de vida hace cinco décadas, y ahí sigue) entran dentro de lo previsible.
Pero, todo lo demás resultó perfecto. Empezando por el marco: los actos en su honor se desarrollaron en el Trinity College de Cambridge, la pequeña y hermosa villa inglesa a 80 kilómetros de Londres, que toma su nombre del puente sobre el río Cam. El Trinity no es cualquier cosa. Fundado por el rey Enrique VIII a mediados del siglo XVI, por sus ilustres aulas han pasado algunos de los más importantes científicos de la Historia, desde Newton al propio Hawking. Por eso fue el lugar elegido.
Los invitados también lo fueron, porque solo entraron en sus nobles salas poco más de 200 llegados de Inglaterra y otras partes del mundo. Y entre ellos, el catedrático baiés Jorge Mira. Junto a él, el profesor Jose Edelstein, compañero en la Facultade de Física de Santiago, que viajó a propósito desde su Argentina natal, donde pasaba unos días.
El resto, muy variado: premios Nobel, científicos de altísimo nivel, un astronauta hijo de otro astronauta, el último James Bond (el actor Daniel Craig); el dueño de Virgin, Richard Branson, y en esa línea, en un ambiente de nobleza británica, entre cuadros originales de grandes genios, mayordomos de película y una tenue luz de velas en lacena. Un puñado de escogidos que, de algún modo, tienen relación con Hawking. Mira y Edelstein, por cierto, le regalaron un botafumeiro de plata. De tamaño reducido, naturalmente.